Por Robinson R. Gálvez Lay
El artículo – libro de Stéphane Hessel sobre los indignados, relata lo que cualquier persona indignada (valga la redundancia), hombre, mujer, joven, adulto, etc., haría ante tantas barbaridades e injusticias que hoy nos presentan nuestras ciudades vía sus respectivas autoridades.
Hoy se hace más que nunca necesario, que, tanto los valores, como los principios, los mantengamos en alto en aras de fortalecer nuestra personalidad misma, la cual muchas veces es atropellada, maltratada y hasta desconsiderada por nuestras autoridades, en sentido general.
Es preciso resaltar que no sólo la clase política está detrás del atropello que se nos hace, también están aquellos que de una u otra forma, y que directa e indirectamente trabajan en desmedro de los demás, muchas veces sin pensar en la repercusión de su accionar y que son su principales colaboradores y/o aliados.
Los oligarcas juegan un papel preponderante en éste tipo de acción, escudándose de los políticos, quienes en un momento determinado y casi siempre los protegen por las dadivas que éstos les brindan, entiéndase regalos, reconocimientos, etc.
La indignación de las sociedades y los pueblos, en muchos de los casos provienen por la imposición que el de arriba le quiere presentar al de abajo, por el poder que puede ostentar por una coyuntura del momento y que en muchos casos es utilizada para avasallar con el de a pies, con el de abajo, con el desprotegido, con el que nada puede ni tiene.
Es lamentable que en medio de una era democrática, todavía se esté hablando de atropello, de desigualad e inequidad social, como si se tratase de una bendición para el más ínfimo ciudadano o pueblo, sin tomar en cuenta inclusive que está siendo observado por el que todo lo sabe, el que todo lo ve y el que toma el más absurdo accionar en cuenta. Dios.
Sin lugar a dudas, la producción de riquezas es diferente a la de otras épocas, inclusive más consolidada puesto que ahora hay mayor creación de empleos, menos esclavitud, más alternativas de cómo poder hacer rejuego con el pluri-empleo.
Sin embargo, se nos hace cuesta arriba pensar que todavía, y en pleno siglo XXI, no podamos escapar de las crisis construidas por los mismos que nos gobiernan, sin importar a cual o tal partido pertenezca, y dejando sin esperanza a los pueblos porque se hacen dueños del erario que nos pertenece a todos y todas.
La corrupción rampante de quienes tienen en sus manos hoy día los mercados financieros que amenazan la paz y la democracia, es la que nos lleva a nosotros, los que pertenecemos a una nueva generación, que son los responsables del desplome o debilitamiento de un sistema fortalecido, cuyo objetivo es continuar enarbolando los buenos y positivos valores.