Te escribo estas líneas consciente de lo difícil que será para ti leerlas desde el lugar donde habitas en el descanso eterno. José Rafael, te juro que a veces creo oír tus gritos de desesperación, cuando tu primo, Mario José Arredondo y Juan Manuel Moliné, te quitaban la vida despiadadamente.
Mi deseo sería decirte que Mario José y Moliné fueron sentenciados a muerte como pago por lo que te hicieron, pero no, están tan animados que Mario José, tu verdugo, solicitó a un juez que le permitiera escribir artículos en los periódicos y no me lo vas a creer, un juez le concedió el permiso, pensé, José Rafael que podríamos solicitarle a Dios un permiso para que regreses a la vida. Estamos indignados con esa decisión, ya que como sabes es muy difícil conseguir un espacio en un periódico y no deben estar reservados para confesos asesinos.
José Rafael, puedes creer que el mismo día que el Juez concedió el permiso, tembló la tierra, hasta la naturaleza se indignó.