Por Robinson Galvez Lay
Cuando recibimos la noticia de que República Dominicana, vía su Gobierno, le construiría una universidad a Haití, la recibimos y la aceptamos como una acción de solidaridad. Sin mirar más nada.
Ahora bien. Después de recibir y aceptar, de forma solidaria, esta obra, sin ni siquiera tomar en cuenta el costo de esa millonaria construcción, hemos sacado la conclusión de que ahí no hubo más que un golpe a la Universidad Autónoma de nuestra sociedad. La UASD.
No podemos caer en el egoísmo de no desearle lo mejor al hermano pueblo haitiano, sobre todo después de aquel devastador terremoto de 7.5 de la escala de Richter del 12 de enero del año antepasado, mucho menos a la clase educativa de este, como no lo haríamos con ningún otro pueblo.
Sin embargo debemos tomar en cuenta que la sociedad dominicana también necesita y merece una atención a la educación, tomando en cuenta la precariedad que le caracteriza, no sólo por vía de los planteles educativos, o escuelas y liceos, sino a la propia universidad del Estado dominicano.
La intención del Sr. Presidente de la República fue buena y positiva para los haitianos, pero los dominicanos necesitamos de una intención similar, comenzando con el 4% que tanto se ha solicitado, al punto de formar grupos para hacer valer voces al respecto y así fortalecer el sistema educativo nuestro.
Cuando sacamos cálculos del altísimo costo a la construcción de la Universidad Roi Henry Primero, construida por nuestro Gobierno, llegamos a la conclusión que en cada pueblo y hasta barrio del país se pueden satisfacer muchas necesidades educativas, tanto construyendo, como reparando nuevos planteles educativos.
Somos de opinión que la construcción de esta universidad debió ser construida por los países poderosos, que haciéndose notar por el protagonismo, le prometieron al pobre Haití villas y castillas y a la postre, nadie hizo nada, esos países con una economía estable, incluyendo el propio Estados Unidos de América.
Y en caso de no ser así, y que el Presidente Leonel Fernández se hubiese sentido compelido hacerlo, debió hacer una especie de acuerdo con otros países del área, en cuyo convenio estuviera la división de tan cuantiosos gastos, que de una u otra forma, directa o indirectamente sale de los impuestos de la familia dominicana.
Nuestros jóvenes están creciendo, educándose bajo árboles, sentados en blocks de cemento, latas de aceite, en algunos casos hemos visto hasta el cascarón de alguna guagua de la OMSA acondicionándola para dar clases.
Nos hemos informado que nuestra universidad DOMINICANA necesita más de seis mil butacas, para que dignamente nuestros jóvenes reciban clases y se eduquen. Qué barbaridad!!! Créanme señores, no lo entiendo.