Estamos en un año políticamente agitado en República Dominicana, motivado a que es un año donde se cambiarán las caras de los principales incumbentes que detentan el poder político. Pero para desgracias del país, todo se quedará en un cambio de caras, las prácticas corruptas de una clase política decadente, se mantendrán campeando por sus fueros, con plena complicidad de la justicia y el manto de silencio cómplice de casi todos los actores del proceso.
Pero hoy más que nunca la sociedad dominicana necesita cambios, y profundos por necesidad, para evitar así seguir resbalando en el terreno peligroso de la inseguridad, el hambre, insalubridad, desempleo, narcotráfico y demás males que son comunes a todos los dominicanos.
Hasta ahora, la campaña electoral se ha constituido en un festival de descalificaciones mutuas, sobre todo entre los principales contendientes a obtener la postulación presidencial en mayo. Se ven en la cresta de la ola, acusaciones y demandas por denuncias de alegados actos de corrupción, Tirios y Troyanos, no se cansan de vociferar lo que consideran sus ‘’verdades’’, sin detenerse a pensar en la locura en que incurren a banalizar al extremo la actividad política, y no demostrar que tienen las soluciones a los grandes problemas nacionales y mucho menos la voluntad de implementarlas.
Nuestros altos dignatarios políticos, una parte importante de origen económico muy humilde, todavía en muchos de sus rostros se pueden ver las huellas de las penurias económicas, se consideran por encima del bien y del mal, ostentan fortunas y estilos de vida que no son compatibles con su investidura e ingresos, sin embargo no toleran que se le someta a público escrutinio, para determinar la honradez de sus fortunas.
Nuestros grandes líderes políticos y más aún cuando ejercen funciones públicas, asumen que la ciudadanía es bruta, y que se le puede seguir empujando hacia el abismo de la desesperanza por tiempo indefinido, sin darse cuenta que un día, esas mismas masas político clientelares que hoy manipulan con dádivas y botellas, podrían virarse violentamente en su contra, cuando tome conciencia de la realidad a donde las han empujado.
Esto nos indica, que es necesario desacralizar las funciones públicas, que no se puede denominar campaña sucia al hecho de señalar fortunas que hacen algunos de la noche a la mañana, sin que medie en eso, alguna actividad económica y productiva que lo justifique.
Si se quiere comenzar a gestar los cambios necesarios, la ciudadanía deberá jugar un papel más activo, deberá ponerse los pantalones largos e ir creando los espacios de acción que le permita enviar la señal a los políticos de que ya está bueno de lo mismo, de que seguir con una conducta de moral relajada traen consecuencias de sanción social, y que esta se puede reflejar en las urnas electorales, único escenario fugaz donde se manifiesta actualmente el poder ciudadano.
Por ahora, todo juega a favor delos políticos corruptos, tendrán el 20 de mayo la posibilidad de reciclarse, sin que nada cambie.
Por Jackson Pichardo, comunicador y reside en New York, Ensegundos.net, derechos reservados 2012.