Cuando empezamos a leer la historia dominicana, en los libros de “Historia política dominicana” y otros, hemos leído respecto a la corrupción, sobre todo el accionar desde Pedro Santana, pasando por Buena Ventura Báez y llegando a Ulises Hereaux (Lilís), exceptuando, claro está, el accionar patriótico de Juan Pablo Duarte y muchos más.

Lo lamentable y sorprendente de todo esto es que en los momentos que solíamos leer esta parte negativa de nuestra epopeya histórica, pensábamos que era parte de la historia y punto, sin embargo al pasar los años hemos visto que no es así.



Y me explico. Nunca pensé que al pasar el tiempo me iba a encontrar normal que aquello que leíamos como una actitud, en desmedro de la sociedad, es parte del juego político del sistema mismo y hasta es de héroe el que recurre a ella.

Tal parece como si fuera o es una herencia de nuestros políticos del pasado, el que los de hoy se etiqueten como “corruptos” y como si fuera inherente al ser humano, como si fuera una asignatura de la escuela, similar a la Moral y Cívica. ¿La recuerdan?



De hecho, y sin ser excluyente en este párrafo, en términos históricos nuestros gobiernos y gobernantes, y ni hablar de sus colaboradores, tienen en su haber un expediente de corrupción, exceptuando aquellos que por una u otra razón fueron efímeros, obviamente por no tener tiempo de dar motivos para ello. En muchos casos.

Es por ello que vemos con sorpresas y asombro que hoy nuestros candidatos presidenciales que gozan de la polarización (PRD y PLD) se están disputando cuál es y ha sido más corrupto al pasar por el Estado, cuando hasta el momento, a nuestro entender, ninguno de los dos tienen calidad para este tipo de debate.

Si en cuatro años un Gobierno, del partido que sea, recurre a la corruptela para lograr los objetivos caprichosos, que según el partido opositor lo culpa, qué podemos esperar de un Gobierno que dure ocho años manejando el erario, y sin que nadie le haga el stop debido, o por lo menos un departamento de ética que haga valer sus funciones.

Lo malo de todo esto es que los dominicanos, que tenemos derecho al voto, no tenemos una opción de confianza en éstas elecciones del próximo domingo 20 de mayo, y las pocas que hay, lamentablemente, son partidos con remota posibilidad de ser opción de poder. Por lo menos por ahora.

Si los principales candidatos apoyan y reciben en sus respectivos proyectos a aquellos políticos, que en el pasado tuvieron problemas por asuntos inadecuados en sus funciones, es una evidencia clara de que ambos son co-partícipes, tanto de la impunidad como de la corrupción misma que nos agobian y decepcionan en la cosa pública.

Con la misma paciencia de Job y con la que los propios políticos en varias circunstancias la han resaltado, seguiremos esperando que esta sociedad pueda ver la luz al salir del túnel, así como la iluminación del todo poderoso para que nuestros políticos piensen en una generación que viene observando el mal ejemplo de ellos.

Por el periodista Robinson Gálvez para Ensegundos.net