Está que arde el panorama electoral de las últimas semanas, donde partidos y candidatos parece empiezan a agotar sus consignas de campaña y caen en la tentación de utilizar información negativa sobre sus contrarios, con el fin de llegar en primer lugar en las elecciones el día 20 de mayo.

De manera concomitante a la campaña, se han venido destapando acusaciones de corrupción administrativa, que afectan a varios personajes políticos, mientras la ciudadanía asiste perpleja, como espectadora de un debate, donde muy pocas son las voces independientes que versan sobre el tema, y muchos son los salpicados que pretenden tapar el sucio con el lodo.



Tanto el PRD, como el PLD, como instituciones que son, carecen de las más mínimas calidades morales para encarar ese tema, ya que ambas instituciones han sido las que han prohijado los escándalos administrativos más vergonzosos, que recuerden las nuevas generaciones de dominicanos.



El hecho de que ambos partidos decidan acusarme mutuamente de corruptos, es un síntoma claro de que ninguno de los dos escapa a este flagelo, el cual se ha salido de control, debido al bajo grado de conciencia cívico que hoy exhibe el pueblo dominicano y a la falta de institucionalidad del estado.

Escándalos como el que ha sacudido al gobierno dominicano en las últimas semanas, bastaría, para que en cualquier nación de otra latitud, se pusiese en marcha la acción investigativa de la justicia y se aplicaran las sanciones que correspondan de acuerdo a la gravedad de los hechos imputados.

Tenemos una justicia, donde generalmente en casos de corrupción presentes, el ministerio público se pone de parte de los imputados, los cuales generalmente son de la parcela política de quien ejerce la presidencia de la república, y éste, es quien nombra los fiscales del ministerio público, los cuales más que constituirse en la parte vigilante de que las leyes se cumplan en la sociedad, se constituyen en meros guardianes serviles, a los intereses espurios de algunos estamentos de poder.

Tanto peledeístas como perredeístas, deberían verse a tiempo, en el espejo de adecos y copeyanos, los cuales desarrollaron un accionar casi idéntico, en el panorama político venezolano y en un despertar de ese pueblo, quedaron sepultados en el basurero de la historia.

La población no le pondrá mayor atención, que la que genere el morbo en torno a este debate, porque pasa por una época de descreimiento colectivo, a la posibilidad de tener un estado verdaderamente eficiente, que garantice al mínimo las necesidades ciudadanas.

Además, tanto peledeistas como perredeistas, a lo lejos se les ve el refajo de que lo que buscan, es terminar de pasar el tramo final de la campaña, sin tener que verse comprometidos a hacer propuestas serias de cómo es que van a enfrentar la inseguridad, desempleo, alto costo de la vida, salud , educación, apagones, etc. Temas en que han demostrado ser expertos, en no resolverlos de una forma equitativa y sustancial.

Por Jackson Pichardo comunicador y reside en la ciudad de Nueva York