Ya pasaron las elecciones presidenciales y de diputados de ultramar, a las que fue convocado el pueblo dominicano el pasado 20 de mayo, las cuales derivaron, en la proclamación del triunfo de Danilo Medina, y la actual primera dama, Margarita Cedeño de Fernández.
Esa campaña electoral, se constituyó en una de las más largas, costosas y estresantes, en la que se ha imbuido la sociedad dominicana en los últimos años, esto debido a los enormes gastos económicos en que incurrieron candidatos y partidos, el inicio anticipado del proselitismo, el gasto excesivo en publicidad de diversa índole, lo cual sumergió al pueblo en una atmósfera enrarecida, donde los vientos huracanados del clientelismo político, han deteriorado ostensiblemente la credibilidad ciudadana en los actores del proceso democrático.
No creo, que en una sociedad decente, ni el PLD o el PRD, deberían sentirse orgullosos del protagonismo político y social que han exhibido en los últimos años y sobre todo en el pasado 20 de mayo. La utilización de los recursos del estado para doblegar consciencias, la compra de cédulas para impedir que los contrarios voten, fueron solo algunas de las herramientas que los dos principales contendientes utilizaron para aferrarse al poder o alcanzarlo.
De lo que el liderazgo perredeista se queja hoy, fue su pecado, cuando les tocó ser gobierno, ya que hicieron lo mismo que le propinaron el 20 de mayo, pero al parecer la trampas y la vulneración de la voluntad popular solo es malo, cuando no se detenta el poder ejecutivo de la nación, porque cuando se está en el poder ,el fin justifica los medios.
De los peledeistas, los cuales se han erigido, en practicantes confesos de lo más atrasado del balaguerismo, han logrado retener el poder a toda costa, logrando capear circunstancias internas de su partido y externas de contradicciones de las que presenta el statu quo, en República Dominicana.
El desafío que les espera no vislumbra nada fácil, ya que vendrán redefiniciones partidarias internas, con fricciones orgánicas más intensas, esto dentro de un marco de profundización de la crisis económica y de valores que sufre la República Dominicana.
La realidad es que ya la campaña terminó, ahora vendrá la hora del pueblo pagar los platos rotos de la democracia, con más impuestos, aumentos de los costos de los servicios públicos, inseguridad galopante y con un nuevo presidente que luchará por no estar atado de pies y manos, a los dictados del mandatario saliente, que de seguro intentara no pasar a la historia como, ’’Danilo el Breve’’, sino más bien como el estratega, que retomó el control de su rebaño, dejando en el país la impronta de su sello personal.
Los dominicanos de la isla, deberán apretarse sus cinturones, ahora deberán pagar la factura de una fiesta donde la mayoría bailó con entusiasmo hasta el día 20 de mayo, ahora viene la hora de la sustitución de la guitarra por el violín, el llanto de los principales perdedores lo anuncia ya.
Por Jackson Pichardo comunicador dominicano residente en Nueva York.