En estos últimos siglos asistimos a cambios en las estructuras de los roles de género. Poco a poco se incorporan al imaginario social, a veces con resistencia o con el consabido sarcasmo de los grupos más conservadores. Me refiero fundamentalmente a la determinación de las mujeres en lograr autonomía en sus diversas formas: en lo laboral, en lo familiar, en la lucha por los derechos individuales, en la apropiación de su cuerpo y en el control de la natalidad.
En este último aspecto -el potencial reproductivo-, hay un tema que concita cada vez más interés: muchas mujeres deciden terminar su vida fértil sin ser madres.
Tiempo antes, en el año 2008, el Centro de Investigación Pew, de Estados Unidos, había revelado que 1 de cada 5 mujeres no habían tenido hijos, el doble que en la década del 70. Y entre los 40 a 44 años un 18 % de ellas entraba en la menopausia sin hijos. Además la misma encuesta puso en evidencia que las mujeres blancas con trabajo y profesionales son más propensas a no ser madres comparadas con las negras y asiáticas, aunque la proporción en las mujeres negras americanas estaba en aumento. A esto se le suma una mayor aceptación social (un 60% comparado con un 39% del año 88).
Más allá de los números
Es muy posible que un varón soltero sin hijos no nos llame la atención: a lo sumo podemos pensar que es gay, o que es un “nene de mamá”, o en todo caso un “picaflor”, a quien le gusta la vida sin ataduras. Sobre una mujer soltera sin hijos caen epítetos como “solterona”, “complicada”, “amargada”, o se prevé un futuro signado por la soledad y el vacío.
Cuando la mujer está en pareja y no dan señales de hijos, para el imaginario social, es ella la que seguro tiene un problema de fertilidad. Las mujeres están presionadas por la «norma social» a responder con hijos y al cuidado de la prole, amén de la preservación de la institución familiar.
Las explicaciones al resultado de las encuestas podrían sintetizarse en:
1) La mujer puede decidir no tener hijos porque la presión social sobre la determinación de ser madre es menor.
2) Aparecen nuevos objetivos en respuesta a la autonomía adquirida: trabajo, estudio, profesión, desarrollos personales que requieren tiempo, dedicación, competencia por lugares con más jerarquía.
3) En el ámbito laboral, los empleadores siguen considerando que las mujeres con hijos son menos competentes, por lo tanto para conseguir un buen trabajo, bien remunerado, hay que postergar o prescindir de la maternidad. Tal visión es diferente para los hombres: a un hombre con hijos se lo considera más competente. La idea del hombre proveedor, por ende, trabajador y responsable, sigue aún vigente en la mente de muchos.
4) Por falta de pareja.
5) Por alguna causa que provoque esterilidad.
¿Existe el deseo de no tener hijos?
Así como existe el deseo de tener hijos, existe el deseo de no tenerlos. La idea de que la naturaleza es regente de los deseos humanos es arcaica y predispone a crear normas que coartan la libertad, que es condición humana por excelencia. Las mujeres tienen que hacer valer los derechos ganados y hacerse cargo de las decisiones que se tomen.
Las encuestas sacan a la luz un fenómeno que está sucediendo en el mundo femenino: poner en cuestión el clásico “instinto maternal” y convertirlo en un deseo. Y como todo deseo, se construye en el mundo propio, en la intimidad de la subjetividad.
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