Roma. Alquilan castillos o salones de estilo principesco, decorados con arañas doradas y falsos frescos renacentistas; se visten con las marcas más caras y los diseños de moda; comen langostas y las acompañan con ríos de champagne. Sus banquetes para no menos de 1000 invitados pueden extenderse hasta 12 horas.
Así son los casamientos de los capos de la ‘Ndrangheta, la poderosa y ramificada mafia calabresa, y de sus familiares.
Opulentas y kitsch, las fiestas son verdaderas «cumbres de poder» y sirven para que un clan haga una demostración de fuerza y riqueza ante las otras familias. En ellas, se discuten las alianzas, los nombramientos de capos, las finanzas y las directivas estratégicas de esta organización ya enraizada en todos los continentes del planeta.
Desde hace varios años, la ‘Ndrangheta supera en poder e influencia a la célebre Cosa Nostra siciliana. No sólo logró infiltrarse sigilosamente en todos los estratos de la sociedad con negocios ilícitos y extorsiones, sino que lo hizo sin renunciar a sus tradiciones. En el camino, consolidó sus lazos de sangre y de matrimonio, como reveló un informe del semanario L’Espresso, que logró documentar en el terreno cómo se casan los padrinos de Calabria.
informa el periodico lanacion.com.ar que los casamientos son el momento y el escenario que los capos aprovechan para manifestar todo su poder. Por eso el lujo, siempre rayando en el mal gusto, es el denominador común de estos eventos.
Festejan en salones alquilados de antiguos castillos o de grandes hoteles estilo Versalles, en locales de 500 metros con sillas y mesas de lo más rebuscadas. No faltan estatuas de mármol ni tampoco fuentes, muchas veces llenas de langostas vivas, listas para saltar a la olla.
El menú, como era de esperar, es pantagruélico: decenas de bandejas de pescados, carnes, ostras, gambas, pastas de todo tipo, frituras y tartas, regadas por ríos de champagne.
El look de los participantes está a la altura del acontecimiento. Todos llevan rigurosamente ropa de marca y por supuesto de última moda, ya que vestir un conjunto de la temporada anterior o ya usado en otra fiesta sería un horror.
Para Lirio Abbate, el periodista de L’Espresso especializado en crímenes de la mafia que logró infiltrarse en los casamientos, los maestros de la alta costura quedarían espantados al ver sus diseños puestos en señoras con rollos de más y jóvenes mafiosos con panzas abultadas.
El afán por exhibirse es tal que Antonio Pelle, jefe de un poderoso clan de la localidad calabresa de San Luca, el Pelle Votari, quería asistir al casamiento de un amigo, que pertenece a otro clan, y para armar su indumentaria pagó sin vacilar 3000 euros por un par de zapatos de cuero de cocodrilo. Pero no llegó a la ceremonia: fue interceptado y arrestado por la policía antimafia mientras hablaba con el encargado de una boutique de Roma que le aconsejaba combinar el traje que iba a ponerse con ese par de zapatos.
Lo más llamativo es que estos pomposos casamientos de la ‘Ndrangheta no suelen costar ni un sólo centavo a los padres de los novios. Claro, más allá de la magnificencia, los eventos son fruto de extorsiones.
Todo comienza cuando la novia, antes del casamiento, sale con su mamá a recorrer las diversas tiendas del pueblo dominado por su padre. La chica irrumpe en joyerías, negocios de antigüedades, electrodomésticos o boutiques.
En cada tienda, sin preguntar el precio, la futura esposa indica el objeto que le gustaría tener, por supuesto el más caro: ese collar, ese televisor, ese tapado de visón, ese juego de platos, esa pintura.
Su mamá saca luego de la cartera el sobre con la invitación y lo deja sobre el mostrador. «Nos vemos en el casamiento», dice al salir, en una frase que se convierte en la fórmula mágica para obtener todo lo deseado, y que para los comerciantes se convierte además en un pizzo (el impuesto que se paga al capo mafia).
El padre de la novia también distribuye la famosa invitación compulsiva a toda obra en construcción o fábrica de su zona de influencia. Sus dueños se verán obligados a regalar a los novios directamente dinero en efectivo, en otra forma de extorsión explícita. ¡Y… cuidado! Nadie puede faltar luego a la gran fiesta de casamiento: la ausencia podría ser interpretada como un desdén.
Pertenencia
Pero hay más. Cada banquete cuenta con zonas separadas y los invitados tienen prohibido sacar fotos o hacer videos. Allí las mesas se arman según el grupo de pertenencia de cada invitado: en el centro está desde luego el capo, en otro sector sus afiliados, y más allá los guardaespaldas. A su vez, las mesas de los clanes se dividen sobre la base de la provincia mafiosa a la que reportan, en un virtual mapa viviente de la organización criminal.
Uno de los eventos más importantes sobre los que investigó la policía antimafia, que meses más tarde derivó en una redada con 330 arrestos, fue el casamiento, en agosto de 2009, entre Elisa Pelle -hija del capo «Peppe» Gambazza- y Giuseppe Barbaro, heredero de otro mafioso.
Para el festejo llegaron miembros de la ‘Ndrangheta desde Lombardía, Piamonte y Liguria, pero también de Alemania, Canadá y Australia.
Había tanta gente, que la fiesta tuvo que dividirse entre dos restaurantes, uno a orillas del mar, otro en la montaña. Y los novios tuvieron que ir de un lado al otro.
No hace falta decir que muchas veces asisten a estas celebraciones mafiosos buscados por la justicia. Por eso existe una red de seguridad, con vigías listos a lanzar el alerta en caso de movimientos sospechosos o iniciativas de las fuerzas del orden. No vaya a ser que algún imprevisto arruine el casamiento de honor, un evento digno de reyes.