Santo Domingo. No lleva ñoña ceñida a su ya decadente pecho de pulmones lacerados por el cáncer. Su gobierno no está en el palacio, la fuerza con la que lo ejerce no es castrense pues le basta su voz para erigirse en el soberano de las mañanas. Desde la A hasta la Z, parece tener respuesta a todo esta humana enciclopedia y, sin embargo a pesar de la soberbia que le endosa el portento de sus talentos, tras ya unos 22 años de la misma rutina, nos es evidente la fatiga al hablar, uno que otro lapsus mental, la constancia de cada vez menos y menos comentarios a solas como muestra de de que Don Álvaro Arvelo al parecer, nos está entregando sus últimas comparecencias radiofónicas.
El tiempo pasa y tras su trajinar algo nos deja. En el caso de Alvarito, dos cánceres y un cuadro de diabetes a sus ya más de 70 años, amenazan con desterrarlo de las ondas hertzianas. A todo esto conviene entonces preguntarnos por su sucesor, el mismo no debe ser buscado estrictamente dentro del staff del programa al cual ya pertenece el selecto intelectual, más bien hemos de recorrer todo el espectro radiofónico capitalino. Quién elevará su voz desde un micrófono hasta ser capaz de poner a cientos de miles de quisqueyanos en vilo tal cual hoy día acostumbra este hombre ¿? Él, cuyo estilo tantas fricciones ha causado, nunca antes nombre de comunicador alguno habría de estar en la boca de tantos y me temo que no con las mejores críticas, algo que… a Don Álvaro hubo y habrá de importarle un bledo, él ya los ha señalado: son los mediocres y apandillados, envidiosos del éxito ajeno, aquellos cuyas viperinas lenguas han de ser capaces de encontrar maculas y sombras en la textura del más relumbrante mármol.
Incluso quienes en público han criticado su estilo, en los confines de sus fueros internos, allí donde el cinismo y la hipocresía con la cual suelen engañar a los demás no se presta para hacerles el juego, ahí y a solas, en los recodos de su interior le rinden el más elevado tributo: El temor a su figura. Álvaro es humano, sin embargo se maneja con una soberbia tal que imaginamos el miedo como un sentimiento ajeno a sus ser. No obstante somos incapaces de afirmar lo mismo de sus detractores.
Quién será el sucesor del más polémico comunicador que ha tenido la historia de la comunicación por estos predios del trópico ¿? Acaso volveremos a presenciar una lengua que a modo de látigo supo poner en su sitio a políticos, empresarios, militares y demás especímenes de la fauna social quisqueyana ¿? No quiero ser mezquino con el devenir del ejercicio comunicacional de este país, aún así, mucho me temo que Don Álvaro Arvelo se lleva a una impávida tumba oscura, un legado irrepetible. Su cuerpo inerte ha de caber en un sarcófago mas no habrá lápida cuyo epitafio pueda sincretizar en el más modesto epígrafe, los doce años de dictadura mediática de su gobierno. Quizás no hemos de procurar un sucesor, más bien armarnos de paciencia en aras de esperar a quien al menos le haga sombra.
Por Aneudys Santos Productor de contenido para medios
En Twitter: @aneudys_santos.