De haber tenido ojos habría llorado, si hubiese contado con manos no dudaría implorarnos, ella yace impotente cada vez mas replegada en algún ignoto lugar del cerebro, ya no es necesario recurrir a sus servicios si queremos saber el cumpleaños de amigos o familiares, Facebook nos puede resolver eso sin siquiera nosotros preguntarles. Si se nos olvida una palabra ella ve como le ignoramos y corremos a Google, si nos perdemos igual, a través de nuestro Smartphone consultamos a Foursquare y así mientras la tecnología sigue siendo un aliado indispensable, nuestra memoria le ve con recelo.



Ella no puede almacenar los bits de información de una memoria portátil con la precisión y certeza ya costumbre en este dispositivo y sin embargo los recuerdos almacenados en aquella habitante de nuestros cerebros son ciertamente más vivos y colmados de humanos significados. Tal vez ahí en ese detalle, la facultad biológica de recordar sea mas gratificante pero, con todo y esto cada vez más le usamos menos.

Con alevosía conspira todo el entramado de la tecnología de la información para condicionarnos a olvidar nuestra humana facultad para recordar, depositamos en la red la data personal, fotos y videos de las vivencias acontecidas a cada cual irónicamente procurando ponerlas a salvo cuando en realidad están a solo un click de distancia de nuestros mejores amigos, amigos, panas… y –aquí viene la mala nota- mentes no muy bien intencionadas.



Acaso hemos de valernos de memorándums para recordarnos recurrir a la vieja pero siempre segura y confidencial memoria ¿? La misma que solía volver a narrarnos la chispa febril de un primer beso, el temor y excitación conjugados en un solo sentimiento aquel día que conocimos como realmente se hacen los niños. Tal vez dentro de poco el lugar más apropiado para nuestra memoria sea un museo. /

Por Aneudys Santos (Productor de contenido para medios)
En Twitter: @aneudys_santos