Ahora que las pensiones están de moda, especialmente las millonarias, es oportuno recordar que hombres y mujeres de la caña esperan una mísera pensión mientras muere uno a uno

El Batey Triple Ozama, en Monte Plata, tiene una calle ancha, de caliche, sin asfaltar, las casas se suceden a sus costados, algunas construidas por el antiguo Consorcio Estatal del Azúcar (CEA), y otras con recursos propios, pero todas muestran una miseria desoladora, como desolado está el lugar, al punto que no hay un solo joven, de varios ex trabajadores cañeros entrevistados por Z101Digital, algunos hasta con 12 hijos, ninguno de sus vástagos reside en este batey, todos han emigrado.



Sixto Figueroa Emiliano (77 años), Brígido Villanueva de la Cruz (77), Adriano Figueroa del Rosario (70), y Teófilo Figueroa (70), insisten por sus pensiones aunque no las puedan disfrutar, porque saben que la muerte -más en las condiciones de pobreza en que viven- está muy cerca.

“Yo solicité mi pensión en agosto del 1999 y estamos en el 2012 y todavía hasta la fecha la pensión mía no me la han otorgado, porque salí en el segundo listado y todavía no está registrada, todavía no está para proceso”, es la explicación que le han dado a Brígido en Pensiones del Ministerio de Hacienda.



Sixto, en cambio, es del grupo de 103 trabajadores cañeros cuyas pensiones fueron otorgadas mediante el decreto 245-12, sin embargo, la pensión le salió con el nombre alterado y no le ha sido entregada.

“Yo trabajé de capataz de grúa de cargamento 13 años, cultivé mucho, vagonié, corté caña, también en mecanización agrícola en equipo pesado y nada más aparecí con 30 cotizaciones vigentes, entonces salí en un decreto del Gobierno, pero aquí no se respeta las opiniones del Gobierno… y hasta ahora mismo no se me da ninguna respuesta porque salió Sixto Emiliano Figueroa, y como salí ahí no me aceptan”.

Sin embargo, de esas 103 pensiones decretadas, de 5,117 pesos mensuales para beneficiar a cañeros no se ha hecho efectiva ni una, de acuerdo al vocero de estos trabajadores, Jesús Núñez: “El gobierno decreta, pero después que hacen el decreto hay que luchar para que paguen las pensiones”.

Adriano también trabajó durante décadas en el CEA. “Yo trabajaba como ajustero y como empleado, de cadenero, y cuando acababa la zafra me fajaba como ajustero (haciendo campo de caña o deshierbando)”, pero en las oficinas del CEA le dieron un certificado que dice trabajó para ellos 35 años, por lo que no califica para las 400 cotizaciones y ser pensionado. “Todo el mundo sabe que era un robo que había ahí”.

Teófilo, aunque se ve mejor de salud y de condición económica porque tiene una pensioncita del IDSS, conmueve con su verdad: “Di la vida en el CEA y no me han pagado lo que me gané. Mi juventud la eché en el CEA y no he recibido nada de ellos… el CEA me tiene que pagar mi tiempo, que me gané, que di la vida en el CEA”.

A Eduviges Encarnación (65), quien debió fungir como contacto en Batey Triple Ozama, no lo encontramos, estaba echando día por las lomas, su esposa, Juana Evangelista Heredia (70), una mujer delgada como su esperanza, recibió a Z101 Digital y contó la historia laboral de su esposo.

Ella cuenta que tiene 42 años junto a él y que siempre ha trabajado en la caña, desde que el CEA daba un vale para que los trabajadores comieran, recuerda ella, pero ahora no tiene pensión ni seguro médico, sólo ella tiene el seguro del Senasa del régimen subsidiado.

Al medio día, ya la comidita del marido estaba lista: un plato de arroz blanco con un guiso de papa y sardinas. Cuando se le pidió a Juana su número de teléfono para mantener el contacto comentó que sólo tiene el teléfono celular para recibir llamadas, pues desde hace tres meses no le puede poner recarga.

¡Eureka: Un culpable!

Todos estos ex trabajadores cañeros acusan a una funcionaria de la “Caja del Seguro”, Sandra del Río (“en la Puerta 2”), de ser la causante de sus desgracias: “Ella tiene los expedientes engavetados… uno se muere esperando y en el archivo los expedientes engavetados de cada trabajador”, cuando ellos van al Departamento de Jubilaciones y Pensiones, en  Hacienda, les dicen que no han llegado los expedientes, y sin éstos no les firman las pensiones.

Según cuentan, otra táctica de este departamento es cambiar los nombres de los ex trabajadores en los expedientes, como es el caso de Sixto Figueroa Emiliano, de Fernando de León de la Rosa, a quien después ellos ponerle el nombre mal en el expediente le dijeron que tenía que buscar un abogado para resolver el problema; entre otros.

Algunos se saben de memoria sus números de pensiones ya otorgadas, pero el chequecito nunca sale: Adriano Figueroa del Rosario con la pensión número 61595 y Ernesto Basarte Hernández con el número de pensión 61964.

Cuando se les pregunta cuántos años trabajó usted en el CEA, las respuestas son “desde el (19)59 en adelante”, “desde el (19)54 en adelante”… y hasta 1999.

¿Y qué de los haitianos? ¿Quién aboga por ellos?

El nacional haitiano Michell Marcelino, de 65 años, trabajó desde 1961 y hasta 1999 en el CEA, 38 años, “cortando caña, como jefe de tiro, capataz de corte, carretillando, jalando azada, bueyero, yo haga tó ese trabajo”.

Solicitó una pensión al Instituto Dominicano de Seguridad Social (número de expediente 103887), pero no ha recibido nada. “¿De qué vive usted?…vivimo ahí de una matica de yuca que uno ta’ sembrando pasando miseria. Aquí no hay nada”.

Este hombre come carne una vez al mes, cuando aparece dinero. “-¿Toma leche? hummm eso es muy difícil, si uno no tiene una vaca no pué bebé leche- ¿y queso? Hummm, eso es mala palabra”, todos se ríen a coro cuando se mencionan las palabras carne, leche y queso.

Sus ojos, siendo un hombre negro, se ven azulosos, y está “medio ciego”, lo que estos hombres atribuyen al trabajo en los campos de caña, porque dicen que la hoja de la caña lanza unas astillitas (cuerpos extraños) que los han dejado ciegos. Pero ninguno ha ido a un oftalmólogo como tampoco Sixto ha visitado un otorrino pese a su sordera.

La oftalmóloga Yesenia Matos cree que estos casos de ceguera se pueden deber a tres factores ninguno relacionados con las hojas de caña: Alteración de la córnea por contacto con productos químicos, a colesterol y triglicéridos altos o a cataratas producto de la exposición constante al sol.

Algunos ni figuran en los archivos del Estado

Manuel Heredia, de 79 años, y Lino Marcial Antigua, de 80, pese a haber trabajado en los campos de caña por años, no solicitaron sus pensiones. Ven los días pasar sin pena ni gloria; el primero aún puede aunque sea hacer leña, pero el segundo está postrado en una silla por problemas de salud.

Juan Francisco Abad, de 75 años, también está en las mismas. No solicitó su pensión, pero dice una abogada tomó hace años sus datos para inscribirlo en la lista, pero que nunca ha recibido respuesta ni de ella ni del Estado.

Juan Francisco trabajó en los campos de caña desde los 10 años, o sea, unos 65 años, dice haber cotizado en el CEA para su esposa, Paula Antigua (se podía reportar trabajo a nombre de otra persona), pero no le ha salido nada.

Lino se ríe a carcajadas -pese a la falta de varios dientes y muelas- cuando se le informa que en Santo Domingo un funcionario se pensionó con 651 mil pesos mensuales, tal vez la risa sea producida por la paradoja de que las pensiones de los 120 ex trabajadores cañeros apenas suman 614 mil pesos al mes.

 

Por: Patricia Báez Martínez para Sandra Acta