Una lata de refresco con jarabe de maíz de alta fructosa en Filadelfia en una fotografía del 15 de septiembre de 2012. Un grupo de científicos realizó un estudio en el que revisaban con imágenes tomadas por resonancias magnéticas las reacciones en el cerebro de personas que consumieron bebidas con fructuosa que será publicado el miércoles 2 de enero de 2013 en el Journal of the American Medical Association.

fructuosagrupo de científicos usó imágenes tomadas por resonancia magnética para demostrar por primera vez que la fructuosa, un tipo de azúcar cada vez más común en la dieta estadounidense, puede provocar cambios en el cerebro que podrían llevar a comer en exceso.



Después de tomar una bebida endulzada con fructuosa el cerebro no estimula la sensación de saciedad como lo hace cuando se consume glucosa simple, según los investigadores.

El estudio es pequeño y no demuestra que la fructuosa, o su pariente, el jarabe de maíz de alta fructuosa, pueden causar obesidad, pero los expertos señalan que agrega evidencia de que podrían influir en ello. Estos azúcares suelen ser agregados a los alimentos y bebidas procesados, y su consumo ha aumentado exponencialmente desde la década de 1970, al igual que la obesidad. Una tercera parte de los niños y adolescentes y más de dos terceras partes de los adultos estadounidenses son obesos o tienen sobrepeso.



Los azúcares son diferentes, incluso aunque contienen la misma cantidad de calorías, porque se metabolizan de diferente manera en el cuerpo. El azúcar blanco se llama sacarosa, tiene mitad de fructuosa y mitad de glucosa. El jarabe de maíz de alta fructuosa tiene 55% fructuosa y 45% glucosa. Algunos expertos en nutrición señalan que este endulzante podría representar riesgos especiales, pero otros y la industria alimenticia rechazan esa afirmación. Los médicos simplemente dicen que comemos demasiada azúcar en todas sus formas.

Para el estudio los científicos usaron imágenes tomadas por resonancia magnética (MRI por sus siglas en inglés) para revisar el flujo sanguíneo en el cerebro en 20 personas jóvenes con peso normal antes y después de que consumieran bebidas con glucosa o fructuosa durante dos sesiones, con varias semanas de diferencia.

Las imágenes captadas mostraban que beber glucosa «apaga o suprime la actividad de las zonas del cerebro que son cruciales para el apetito y la saciedad por los alimentos», dijo uno de los líderes del estudio, el médico endocrinólogo de la Universidad de Yale Robert Sherwin. Con la fructuosa «no vemos esos cambios», dijo. «Como resultado el deseo de comer continúa, no se apaga».

Lo que es convincente, dijo el doctor Jonathan Purnell, endocrinólogo en la Universidad de la Salud y la Ciencia de Oregon, es que las imágenes demuestran lo hambrienta que dijo sentirse la gente, al igual que los estudios previos realizados con animales.

«Eso implica que la fructuosa, al menos lo que corresponde a promover la ingesta de alimentos y el aumento de peso, es un factor negativo en comparación con la glucosa», dijo Purnell, quien escribió un comentario que acompaña el estudio realizado con fondos federales en el Journal of the American Medical Association que será publicado el miércoles.

Los investigadores ahora estudian a la gente obesa para ver si reaccionan igual a la fructuosa y a la glucosa que como lo hizo la gente con un peso normal en el estudio.

Lo que se recomienda es cocinar más en casa y limitar los alimentos procesados que incluyen fructuosa y jarabe de maíz con alta fructuosa, sugirió Purnell. «Traten de evitar las bebidas endulzadas, esto no significa que nunca las puedan tomar», pero sí que se debe controlar su ración y la frecuencia con la que se consumen, dijo.

En contraste un segundo estudio en la publicación sugiere que sólo la obesidad severa implica un riesgo de muerte mayor y que unos cuantos kilos (libras) de más incluso podrían ser una ventaja para sobrevivir. Sin embargo varios expertos independientes dicen que los métodos que se emplearon son demasiado endebles como para hacer esas afirmaciones, segun informa terra.com

El estudio fue realizado por una investigadora federal que creó controversia en 2005 con un reporte en el que concluyó que la gente con un peso normal tenía un riesgo ligeramente mayor de muerte que aquellos con sobrepeso. Muchos expertos criticaron el trabajo y afirmaban que la investigadora, Katherine Flegal de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades, creó un panorama engañoso al incluir fumadores y personas con problemas de salud que iban del cáncer a las enfermedades cardiacas. Esas personas tienden a pesar menos y por lo tanto hacen que la gente con kilos de más parezca saludable en comparación.