Cada sociedad o país tiene un padre de la patria o un héroe por el que se identifican como sociedad y como pueblo, no cabe dudas de que el nuestro es Juan Pablo Duarte Díez.
Pero a través del tiempo, nos han inculcado nuestros maestros en las aulas que es nuestro padre de la patria por la lucha que, junto a otros patriotas, inició para librarnos del “yugo haitiano” que por veintidós años nos usurpó.
Ya pasando a otra etapa y alcanzando un nivel académico más maduro, es decir en la universidad, pero también vía los seminarios, charlas, paneles, mesas redondas y otros escenarios, de este símbolo patriótico hemos aprendido de su interés, sin beneficio alguno, que esta sociedad sea libre e independiente de toda potencia extranjera, sin excepción.
Profundizando sobre Duarte y con el puro interés de conocer de su vida, nos damos cuenta, que no solo es el padre de la patria que muchos conocemos desde las aulas, sino que es la persona que hoy día el pueblo desea por lo menos uno en cada pueblo, paraje, comunidad y hasta en cada uno de los estamentos del Estado.
Nuestros maestros, historiadores e intelectuales no se imaginan ni de forma remota, la importancia que tiene transferir a la época todo lo que significó y significa Duarte, que sólo de recordarlo, nos dignifica con orgullo y satisfacción.
Duarte no es el joven aquel que en 1838 creó, conjuntamente con otros hombres, la “Sociedad Secreta – La Trinitaria”, fue también aquél que todo lo dio, contar de lograr su objetivo sin desmayo en aras de que haya y exista una nación a la que hay que respetar.
Sus padres y hermanos, llegaron hasta a vender sus bienes y patrimonios familiares para alcanzar su meta, siendo el propio Duarte el idealista de todas las cosas que se hicieron en aquel entonces, para que hoy seamos una nación al nivel estilo de cualquier otra y hasta mucho mejor.
Con sus ideales y buenos deseos así como un accionar envidiable hizo posible la creación e independencia de la República, buscando con ello forjar la conciencia a sus conciudadanos – compatriotas de que esta podía ser una sociedad plenamente libre, sobre todo después de la amarga experiencia de la dominación de Boyer.
Pero dejando atrás el interés de Duarte por la independización de Haití, es preciso señalar el escenario en que se vio compelido a luchar con más ahínco y vehemencia por su patria, el momento de la Anexión a España de 1861 con el traidor magno de Pedro Santana a la cabeza.
Aquí es cuando el patricio le dice a sus compañeros de lucha: “para nosotros no hay reposo sino en la tumba”, hecho que lo llevó a integrarse a la revolución restauradora, todo esto desde el exilio hasta el día de su muerte en 1876.
Duarte es el perfil perfecto para definirlo como todo un patriota y héroe, sobre todo cuando tomamos en cuenta las tantas luchas realizadas por él, dejando a un lado toda su familia y sus bienes, por lo que murió en la pobreza extrema, al punto que a los dos años de su muerte, los familiares debían su entierro. Narrado por la propia hermana Rosa Duarte.
Se ha estado debatiendo si debe haber un solo “Padre de la Patria” o si se quedan los tres que ya conocemos, y honrando a quien debemos honrar, siendo esta una opinión muy mía, estimo que aunque fue una lucha en conjunto, desde la Trinitaria hasta la muerte de cada uno de ellos, las ideas y estímulos salían siempre de Duarte, aunque eran corroboradas por sus compañeros.
Es sin duda alguna que Juan Pablo Duarte es lo más grande que hemos tenido como hombre y defensor, sin miramiento, con entrega en todo lo que hacía e hizo. El es más de lo que muchos pensamos de él, por lo que debemos continuar profundizando sobre este gran dominicano, que a juicio de much@s, incluyéndome a mí mismo, es el más significativo de los dominicanos.
¿Por qué no somos una sociedad como la que soñó Duarte, sino la que somos?
La interrogante siempre está latente y a la vez es una cuestionable del accionar de nuestros hombres y mujeres de la patria que hoy día tenemos “luchando por nuestra sociedad”, en pos de mantener en alto esa lucha, precisamente Duartiana.
Esto, por la forma y estilo en que hoy se defiende al patrimonio social, a la lucha por la propia sociedad, por la forma en que se permite que nuestro patrimonio sea saqueado por empresas o poderosos extranjeros, en contubernios con los nuestros.
Todo esto nos lleva a pensar lo lejos que está esta sociedad del pensamiento de Duarte y sus ideales, actuando de forma medalaganaria, absurda, sólo actuando en desmedro de los demás y beneficiándose así mismo, sin que le dé un bledo el que digan ante su absurdo accionar.
Lo lamentable de todo es que por más que se escriba de este gran hombre, las cosas sigan como van, y hasta peor. Qué pena que Duarte y otros lucharon tanto para nada, qué pena.
Hasta una próxima entrega
Por Robinson R. Gálvez Lay @rogalay – sígueme