Todo comenzó con una solicitud de amistad en Facebook.
“Me pareció lindo y lo acepté”, recuerda Nina, de 22 años. En aquel momento, cuando tenía 18, jamás pensó que aceptar la solicitud la llevaría al horror: cuatro años prostituyéndose en Estados Unidos.
Nina es un seudónimo. CNN cambió el nombre de la víctima para proteger su privacidad.
De clase media-alta y con planes de ir a la universidad, Nina era una joven solitaria que buscaba atención en internet. Fue como comenzó a intercambiar mensajes con un hombre que decía estar enamorado de ella. Hablaron de viajes, matrimonio y hasta de formar una familia.
“Me vendió una historia de fantasía”, cuenta Nina. “Creí que viviríamos juntos este sueño”, agrega la joven.
Se enviaron mensajes durante un mes hasta que decidieron conocerse. El cuento de hadas terminó abruptamente.
Inmediatamente después de llegar a la ciudad de Seattle, el hombre la dejó en una calle llena de prostitutas y le dijo que debía “buscar compañía”.
Muchas hubieran escapado, pero Nina se quedó. Su pasado familiar difícil la hizo vulnerable. Estaba enamorada de ese hombre y creía que el amor era correspondido. Haría lo que fuera por él.
Incluido vender su cuerpo. Él era un proxeneta y ella una más de tantas mujeres reclutadas en redes sociales para el tráfico sexual.
No hay mucha información sobre este problema. Las autoridades no monitorean la forma en que se recluta a las trabajadoras sexuales y, salvo en casos que involucren menores de edad, la prostitución no es un delito prioritario.
Pero casos recientes en los estados de California, Virginia y Washington, y entrevistas como las que CNN realizó a víctimas y autoridades ilustran cómo los traficantes utilizan las redes sociales para seducir a jóvenes como Nina.
“Los proxenetas son explotadores profesionales”, dice Andrea Powell, directora ejecutiva de Fair Girls, una organización que ayuda a las víctimas de la trata de personas. “Suelen mandar mensajes a varias chicas del estilo: ‘Qué linda eres. Podríamos ser novios’”.
Esa es una de las formas en que Justin Strom, apodado J-Dirt, reclutaba niñas de escuela preparatoria en Alexandria, Virginia. Durante seis años, la banda de Strom operó una red de prostitución que atrapó a por lo menos ocho chicas de entre 16 y 17 años, según documentos oficiales.
Las chicas eran ofrecidas a entre cinco y 10 clientes en una noche, a un precio de unos 30 dólares por 15 minutos de sexo.
El grupo “buscaba a sus víctimas en Facebook y les enviaba mensajes diciéndoles qué lindas eran y ofreciéndoles ganar dinero”, según declaró un testigo al FBI.
Si una chica demostraba interés, algún miembro de la pandilla se ponía de acuerdo para encontrarse con ella. En ese instante, la participación dejaba de ser voluntaria.
Una chica de 17 años cayó presa de esta trampa. Aquella noche, fue llevada a un departamento y obligada a mantener relaciones sexuales con 14 hombres. Por estos encuentros, Strom recaudó mil dólares.
“Es un estafador, un monstruo y un manipulador”, declaró otra víctima durante el juicio a Strom. “Me lavó la cabeza y me hizo creer que tener relaciones sexuales por dinero era normal”.
Un operativo del FBI logró desarticular la banda de Strom y en septiembre el proxeneta fue sentenciado a 40 años de prisión. Cuatro de sus secuaces también fueron declarados culpables.
Pero para Jack Bennett, agente del FBI, las tácticas de Strom son cada vez más comunes. Parte del problema, dice, es que las menores aceptan las solicitudes de amistad de extraños solo para parecer populares ante los demás.
Powell, cabeza del grupo Fair Girls, dice que las chicas son reclutadas en prácticamente todas las redes sociales existentes. Facebook, Tagged e incluso Twitter e Instagram son usadas para contactar víctimas.
Estos sitios están trabajando activamente para evitar que sus tecnologías faciliten la trata de personas. «Facebook reacciona rápidamente ante estos casos y quita cualquier contenido denunciado», según Bradley Myles, director de Polaris Project, una entidad que busca erradicar el problema.
“Aunque no sea una práctica habitual en Facebook, hemos implementado acciones para identificar y contrarrestar esta actividad”, dijo la compañía en un comunicado enviado a CNN. “Hemos construido un sistema técnico que bloquea la creación de estos contenidos o los reporta para que nuestros investigadores los revisen”.
Pero los proxenetas a veces escapan a los algoritmos y son ingenieros sociales profesionales.
Durante un tiempo, el proxeneta de Nina utilizó el Facebook de su víctima para enviar solicitudes de amistad.
Ken Cuccinelli, procurador general de Virginia, dijo durante la lectura de la sentencia de Strom que “se requiere una vigilancia activa de parte de padres y autoridades sobre las actividades que tienen lugar en estas redes sociales”.
El FBI, que suele encabezar las investigaciones de estos casos, ofrece consejos en sus sitios de Internet para ayudar a los padres a proteger a sus hijos en las redes sociales.
La agencia recomienda monitorear los perfiles y publicaciones de sus hijos en línea, una medida polémica en muchos hogares, pero que el FBI considera esencial. También sugiere educar a los hijos sobre la facilidad con que se propagan los mensajes y fotos en las redes. Muchos adolescentes no se dan cuenta que no pueden luego sacar esos textos e imágenes.
«He hablado con padres que dicen: ‘Mira, mi hijo me configura la computadora porque yo no sé», dijo Bennett. «Eso ya no puede ser una excusa, tienes que saber porque la vida y el bienestar de tu hijo depende de eso».
No se lo quería contar a papá
Nina dice que la violaron, la golpearon con una pistola e incluso una vez la encerraron en un armario durante 24 horas. Además de las amenazas físicas, la vergüenza le impedía huir.
«No se lo quería decir a mis padres (..) ¿cómo se lo voy a explicar a mi padre? Para mí no existía esa opción», dijo.
Nina pasó por varios grupos de proxenetas hasta que terminó con un traficante que le quitó su identificación y la obligó a bailar, y otras cosas, en clubes nocturnos y habitaciones de hotel.
Un operativo de la policía local y el FBI desmanteló esta operación hace un año. De no haber sido por eso, Nina dice que seguiría trabajando para ellos. La organización Fair Girls le está ayudando a reconstruir su vida y dice que planea ir a la universidad en el otoño.
Nina mantiene su cuenta en la red social en la que fue reclutada sobre todo para estar en contacto con familiares y amigos. Recibe mensajes diarios de proxenetas, pero ya no los responde.