En 2012 a Andrea, una joven de 27 años, le detectaron un pequeño tumor en su seno izquierdo, y aunque no estaba en etapa avanzada, la noticia la derrumbó. No podía creer ser víctima de esta enfermedad a una edad tan corta. Por si fuera poco, seis meses después su matrimonio se vino al piso.
«Carlos era muy amoroso conmigo, pero cuando le conté que tenía cáncer dejó de serlo y me abandonó”. Andrea cuenta que tal vez su esposo no resistió que ella, la fuerte de la casa, estuviera debilitada. Un año después ha superado el problema gracias al apoyo de su familia y al tratamiento.
Este es uno de tantos casos de parejas divorciadas por el cáncer. “Entre el 10 y el 15 por ciento de los pacientes que atiendo al año, un porcentaje alto, se separa después del diagnóstico”, señaló a SEMANA Ramiro Sánchez, mastólogo de la Clínica del Seno en Bogotá Colombia. Y los estudios científicos apoyan esas cifras. Uno, realizado por investigadores de la Universidad de Utah, Estados Unidos, encontró en una muestra de 500 pacientes de cáncer que tenían siete veces más riesgo de separarse. Otro trabajo, realizado por Marc Chamberlain, director del programa de neurooncología de la Alianza del Cuidado del Cáncer de Seattle, y publicado en la revista Cancer en 2009, reveló que el 12 por ciento de las relaciones termina en divorcio cuando uno de los cónyuges desarrolla la enfermedad.
Los expertos señalan que esto se debe al estrés severo que causa una enfermedad tan grave. La tensión hace que las personas cambien y que su estado anímico se vaya al piso, lo que genera una sobrecarga que “quema física y emocionalmente” a cualquiera, dice Olga María Vargas, directora del programa de Soporte Oncológico y Cuidados Paliativos de la Clínica Colombia. Este fenómeno es conocido como el síndrome del cuidador y afecta doblemente a quien lo padece, porque debe lidiar no solo con su viacrucis sino con el del cónyuge enfermo.
La edad también es un factor de riesgo pues mientras más joven sea la pareja es mayor la posibilidad de que termine, en parte porque no hay hijos de por medio y porque la relación todavía no está muy consolidada. “No quieren llevar esa carga económica ni social”, dice Sánchez.
Así mismo, el tipo de cáncer influye. Una investigación realizada con 215.000 sobrevivientes de la enfermedad en Noruega reveló que el de testículo, el de cérvix y el de mama, en ese orden, elevan el riesgo de que la relación se rompa. La razón es el impacto que tienen en la sexualidad. “Hay mujeres a las que se les extirpa un seno y a pesar de que se lo reconstruyan, se les baja la autoestima porque pierden algo de su feminidad y les da temor que sus maridos las vean así”, señaló Sánchez.
Los estudios muestran que el género también juega un papel, pues cuando la mujer padece el tumor la incidencia de divorcio es más alta. Chamberlain explica que los hombres “pueden ser buenos proveedores en el hogar, pero no están preparados para cuidar a los demás”, dijo a SEMANA de Colombia. Marc Silver, quien vivió esta experiencia y la contó en el libro Breast Cancer Husband, agrega que “si el esposo está asustado o es egoísta y no quiere lidiar con el cáncer, se aleja”. Sin embargo, a veces ellos están dispuestos a acompañarlas en el proceso, pero son las mujeres quienes no se sienten emocionalmente bien con la relación, debido a que la cercanía con la muerte las hace revisar sus prioridades.
Silver dice que el dilema es evadir el problema o enfrentarlo. “Es natural que uno se desestabilice, o se sienta frustrado. Pero mi experiencia me enseñó que lo importante es guardar silencio, tragarse el orgullo, escuchar al enfermo y atenderlo con amor y paciencia”. Está demostrado científicamente que quien enfrenta la enfermedad en compañía tiene más probabilidades de sobrevivir. Y si una pareja se mantiene unida y atraviesa con éxito una experiencia tan dura como el cáncer, tiene “una muestra poderosa de que es un matrimonio sólido”, concluye Silver.