El patriotismo, más que un ropaje, es un sentimiento que se guarda muy adentro y que muchas veces se deja filtrar a viva voz o a través de un símbolo en muestra de respeto ante un hecho que transciende la individualidad.

En la República Dominicana es costumbre ese tipo de demostración en fechas históricas que reafirman nuestra nacionalidad, como es el 27 de Febrero, por ejemplo.



Esa expresión simboliza un gran honor ante un hecho inigualable por una hazaña que marca a un pueblo a lo largo de su existencia, como es el valor de la independencia.

Una de las formas concretas de esa demostración es la colocación de la bandera tricolor en la puerta o frente a cada hogar, visible a todo el mundo para que quede bien claro que ahí vive un patriota que ama a su país al 100%.



Los fervorosos que izaron la bandera en la Puerta de la Misericordia, actual Puerta de El Conde, probablemente vislumbraron que el patriotismo se demuestra en cualquier lugar donde exista un dominicano que se sienta orgulloso de estos 48,442 km².

Eso explica que aquel hombre marginado que vive en un hoyo en pleno centro de la capital dominicana hiciera lo propio en el ínterin de la semana de La Patria.

Su hábitat está justo en un hoyo en la pared del túnel en la intercepción de las avenidas 27 de Febrero con Máximo Gómez, en el Distrito Nacional, en dirección Este-Oeste.

La primera vez que lo ví en el hoyo -semidesnudo-, me pegó un susto. No imaginaba que un viviente -bípedo- estuviera en esa fosa tan cerca de los vehículos que circulan que los puede tocar.

En la segunda ocasión mostraba solo una mano sosteniendo la bandera para que se percataran de que en ese hoyo vive un patriota.

Es probable que ese hombre no sepa que tiene derecho a una vivienda como lo indica Constitución en el artículo 59, y a privilegios inalienables consagrados en la Carta Magna, pero al mismo tiempo da señales claras de que hay un patriota en el hoyo ignorado por la sociedad.

Esa bandera para que la vieran quienes transitaban en cuatro ruedas, es también un alerta de que aunque está en el hoyo ama su independencia, una independencia que es minada de manera silente.

Por Cándida Figuereo