Michele-Marie empezó a sufrir el mal nada más desembarcar de un crucero por Hawai.
Cuando Michele-Marie Roberts partió en su crucero soñado de dos semanas a Hawai con su marido y sus dos hijos, no tenía ni idea de que su mundo iba a cambiar por completo una vez pisara tierra firme.
«Bajaba por la plataforma de desembarque y me desmayé, quedé completamente inconsciente», recuerda.
Una vez en casa, dice que comenzó a arrastrar las palabras. «En una ocasión me desmayé cuando cortaba vegetales».
Las vacaciones terminaron en enero de 2008 pero Michele-Marie todavía se siente como si estuviera en el crucero. Ha estado mareada durante cinco años.
«Es como sentirse desorientado después de montarse en una calesita de feria, todo el tiempo, es horrible», se queja.
El síndrome del mal de desembarco (MdDS), tal y como se conoce esta condición, es extremadamente raro y se sabe muy poco de por qué ocurre y cómo curarlo. Pocos doctores saben de él.
A Michele-Marie, de Berkshire, en Reino Unido, le hicieron un escáner de resonancia magnética y se hizo la prueba de esclerósis múltiple así como otros desórdenes, antes de que fuera finalmente diagnosticada seis meses después del crucero, gracias a que unos doctores del hospital reconocieron sus síntomas.
Según explicó a la BBC de Londres, este síndorme ha arruinado su matrimonio porque no puede cuidar o traer de la escuela a sus dos hijos que sufren de autismo, dejando a su marido el desempeño de estas tareas a tiempo completo.
Tras el divorcio, a los 49 años, tuvo que buscar un trabajo por primera vez en años, a pesar de sentirse física y mentalmente exhausta por el mareo persistente.
Estuvo empleada algún tiempo pero la experiencia era demasiado agotadora, así que decidió montar su propio negocio; una agencia de citas llamada Wavelenght para padres solteros con hijos con necesidades especiales.
«Hay días en los que me apiado de mi misma y otros en los que me despierto y me pregunto si se ha ido, pero entonces hace «¡Da-da aquí estoy!».
Hay veces en las que el síndrome es particularmente debilitador, como cuando se siente estresada, cuando compra en supermercados y usa una computadora. La iluminación también puede agravar esta sensación de balanceo.
Afortunadamente, también hay actividades que alivian estos síntomas, dice, lo que incluye el ejercicio vigoroso, nadar y conducir. Practica dos horas diarias de ejercicio como mínimo.
Eso sí, nunca volverá a subirse a un barco, a pesar de adorar el mar, porque existe el riesgo de que su condición se vuelva incluso peor.
Volviéndome loca
Michele-Marie cree que fue susceptible al síndrome porque es una mujer de unos 40 años que sufre migrañas, y algunas investigaciones publicadas en 2009 sugieren que existe una vinculación.
Ahora quiere que otras mujeres estén al tanto de su historia para que puedan decidir si quieren correr el riesgo también.
El mismo estudio halló que el MdDS es un desorden en la plasticidad del cerebro, lo que significa que los pasos neutrales del cerebro son incapaces de cambiar en respuesta a los cambios de comportamiento y entorno.
Lo curioso, cuenta MIchele-Marie es que a bordo del crucero, cuando había muy mala mar y todos se caían y sufrían de mareos ella se encontraba bien. Sin embargo, una vez en tierra firme, empezó a hablar mal y la gente pensaba que estaba bebida.
«Crees que te vuelves loca porque tienes MdDs. Te sientes aislado. Los doctores me hicieron pruebas y muy poco se puede hacer», explicó.