En el año 1492, cuando por error llegan los europeos a estas tierras, los aborígenes coexistían con una exuberante naturaleza, donde el oro procedente de sus fuentes en montañas doraba hasta las riveras de sus ríos.
El metal precioso representaba nada más allá de lo que en unas tierras sobreabunda. Al parecer los habitantes de Quisqueya veían el oro tan común, en tal proporción y valor cotidiano, como la yuca para su casabe e ingestión o como cualquier otro fruto de estas tierras.
Conquistadores, con voraz apetito abrieron sus ojos ante la magna y abrillantada realidad del Caribe. El viejo continente para el siglo XV ya había transitado sendas de avaricia, codicia, egoísmo que siempre han sumido en situaciones bélicas a tantos pueblos.
El aborigen sintió curiosidad ante el espejo traído por el europeo y se atrevió a cambiar oro por este utensilio de ínfimo valor monetario. Curioso es que quinientos años después ocupemos estas tierras personas dispuestas a cambiar oro por espejismo.
Nuestros seudos líderes, diputados, superiores de las distintas parcelas políticas, en negociaciones amañadas, nos presentan a través de una ilusión óptica un desarrollo ficticio. Esto a un alto costo desangra las venas, nos aniquila el futuro. Nos negociaron, como si quisieran que en una superficie líquida e inexistente veamos bienestar y desarrollo.
Triste es la cruda realidad de las cicatrices que zanjan los rostros de nuestra gente pobre. Aquellos desheredados del bienestar que podrían sustentarse en el oro que se nos escapa. Una población sin medicina, techo, con pocas o ningunas oportunidades laborales, carentes de educación, de seguridad ciudadana, de futuro con dignidad!
Un territorio definido como tasita dorada, abundante no solo en oro y plata, también en bauxita, níquel, larimar y sabrá Dios, cuanto mas que se desparrama, certificándolo o traficándolo bajo otros orígenes, en camuflajes, contrabandos o como bien dice el pueblo; “llevándose gatos entre macutos”.
No queramos seguir transitando senderos peores que los de hoy. Un rotundo cambio ante el espejismo inducido y colaborado por los más oscuros, nefastos intereses locales o foráneos. Los dominicanos aspiramos a vivir realidades de progreso, autentico desarrollo, defensa de nuestras riquezas y no la existencia de simple espejismo.
Nuestros aborígenes, recordando a Jesús en este tiempo de Judas Iscariote, no vendieron camino, verdad y vida, por treinta denario
En función del peso en plata, el valor de 30 denarios de plata a día de hoy sería el equivalente a 117 gramos de plata. El precio de la plata en el mercado de metales preciosos oscila entre los 450 euros/kg y los 540 euros/kg, según las tablas de cotizaciones de Londres.
En este sentido, basándonos sólo en el peso del metal, 30 denarios de plata equivalen aproximadamente a 60 euros, tomando como referencia un peso de 117 gramos en plata.
No obstante, si extrapolamos a la equivalencia de salarios; comparando el salario medio del imperio romano con el salario medio de la actualidad, los 30 denarios de plata serían el equivalente a una nómina media de nuestra sociedad. Este valor se podría fijar aproximadamente en unos 1.500 euros el equivalente a los 30 denarios de plata.
Sirva como reflexión histórica, que partiendo de la premisa que la vida de una persona no tiene precio, las vidas humanas eran infravaloradas en la antigua Roma, al igual que en otras muchas civilizaciones.
Un espejismo es una ilusión óptica en la que los objetos lejanos aparecen reflejados en una superficie lisa como si se estuviera contemplando una superficie líquida que, en realidad, no existe.
Por Rafael Paradell Díaz, Mpdss.
Presidente de la Asociación Dominicana de Escuelas de Comunicación, ADECOM.
Profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y de la Universidad Católica Santo Domingo
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