Celos. A nadie le gusta hablar de ellos, bien por la vergüenza de reconocer que uno mismo los siente, o por la presión que se padece cuando se vive bajo el mismo techo que un celoso.
Los expertos en relaciones de pareja advierten que los celos son un sentimiento humano, natural, como la tristeza, la preocupación… Siempre se han relacionado con el amor por tradición y han sido ensalzados por la labor de los poetas a lo largo de los siglos.
Los padecemos todos los seres humanos y, según la psicoanalista Susana Lorente, «no es perjudicial que las parejas tengan una «escena» de celos cada tres meses, pero suave, en el sentido en que uno de los dos sienta, de este modo, que le importa al otro». Para esta psicoanalista, unos celos normales, sanos, son aquellos que surgen, por ejemplo, cuando una chica se arregla mucho y su marido le dice «que guapa te has puesto, ¿dónde vas?», pero sin ningún tipo de malicia, ni más preguntas, ni consecuencias posteriores.
Es natural que se puedan producir algo de celos ante algún acontecimieto puntual como una fiesta a la que uno de los dos va solo, un viaje…, pero sin que dé lugar a discusiones, solo a comentarios con los que se da a entender que el amor o la atracción hacia el otro están vivos. «Pero si hay que someterse a un interrogatorio, si los comentarios están contaminados de malas intenciones, se sobre pasan ciertos límites… o se repiten estas «escenas» con frecuencia, lo mejor es acudir a un psicoanalista, no solo la persona celosa, sino la pareja porque no hay maltratador sin víctima. La persona que aguanta que su pareja sea celosa sufre muchísimo y se siente atrapada», explica Teresa Rosillo, psicóloga y socia de Pericial Psicológica.
Cuando se sobrepasan ciertos límites y afectan de manera negativa a la rutina diaria de una persona, el panorama es bien distinto. «Existen celos proyectados cuando la pareja pregunta constantemente ¿dónde vas?, ¿con quién?, ¿con quién hablas? ¿quién te manda mensajes al móvil?, ¿por qué me eres infiel?…, cuando en realidad no es infiel», apunta Susana Lorente.
Los celosos son personas inseguras y normalmente encubren un deseo, el de ser infiel, y por eso creen que sus parejas lo son. «Por mucho que se les explique que uno no es infiel, no entran en razón. Es una idea que se les ha metido en la cabeza y, aunque resulte absurda, no es fácil demostrarles lo contrario», explica Susana Lorente.
No son pocos los casos en los que, generalmente las mujeres, se ven acosadas por innumerables preguntas «absurdas» que deben responder a sus parejas, dar explicaciones de lo que hacen, con quién hablan, sometidas a ser perseguidas para tranquilidad de su pareja e, incluso, que han tenido que cambiar de trabajo ante la presión recibida por una falsa idea de que tenían un amante en la oficina.
Responder a demandas irracionales
Según Mila Cahue, psicóloga del área de Pareja del Centro de Psicología Álava Reyes, los celos patológicos (distintos de los celos sanos, que incluso le dan un puntito de interés a la relación) son devastadores para la pareja. «Cualquier pareja que se forme se cimenta en el sentimiento de confianza recíproca. Los celos, que no tienen nada que ver con el amor (a pesar de la literatura que suele ponerlo como el «summum» del afecto) significan precisamente lo contrario. Es una desconfianza en la otra persona: con quién va, qué hace, incluso qué piensa. Estos pensamientos y sentimientos se traducen en conductas que «exigen» del otro las demandas, la mayoría de las veces, irracionales que se le están pidiendo».
Explica que cuando los celos patológicos aparecen en la relación para quedarse, lo más probable es que el miembro de la pareja que se intenta dominar desaparezca. «La falta de confianza mina la autoestima, es fuente de frustración continua y, literalmente, se convierte en un «sinvivir». Las explicaciones que no se daban a los padres las exigen las parejas y, lejos de producirse una relación entre iguales, quien sufre de celos patológicos intenta controlar cada uno y todos los aspectos de la vida de su pareja, convirtiéndola en una auténtica celda de tortura. Algo más parecido al horror que al amor».
Los celos pueden llegar a ser paranoicos, delirantes, lo que se considera una patología mental grave. Se da en quellos casos en que las preguntas se producen en una cascada incesantes y finalmente se acompañan de palizas, maltrato e, incluso, asesinato. Se da, sobre todo, en los casos en los que el sujeto considera que otra persona es de su propiedad y es más común que los padezcan los hombres que las mujeres. «Este tipo de comportamiento tiene una explicación desde el punto de vista del psicoanálisis y es que detrás de estos celos hay escondido un deseo homosexual. Se trata de un proceso inconsciente, que el sujeto no admite, pero está ahí», señala Lorente.
Dónde está el límite
Una persona debe aguantar los celos «hasta el momento en que deja de hacer algo habitual en su vida por evitar que su pareja se enfade —explica Teresa Rosillo, psicóloga y socia de Pericial Psicológica—. Al principio puede hasta resultar gracioso, incluso una prueba de amor, el dejar de ir a un sitio, no hablar con alguien o dejar de ponerse una determinada prenda de vestir… pero es solo el comienzo. La situación puede ir a más y que el celosos termine poniendo más límites y opinando sobre cualquier cosa: cómo se viste, se pinta, habla, gesticula, etc.
Cuando los celos sobrepasan el límite, se interponen de manera muy negativa en la pareja. Según Teresa Rosillo afectan en todos los sentidos porque la victima de una pareja celosa sentirá que está haciendo algo mal, y si quiere seguir teniendo libertad acabará mintiendo, y si no se sentirá controlada y con poca libertad. «En la pareja aparecerán disputas por cualquier motivo y un empobrecimiento de las relaciones sociales puesto que cualquier gesto, movimiento, mirada o conversación puede ser motivo de enfado para el celoso. Los celosos acaban controlando a la pareja y apartándola de familiares y amigos», apunta Rosillo.
Para Mila Cahue, siempre resulta difícil determinar dónde se pone el «nivel» que asegurar: «a partir de aquí, se trata de abuso psicológico». En su opinión, depende mucho de la capacidad de aguante de cada persona, de lo que se busca en la relación, de la capacidad para salirse de una relación tóxica o incluso para vivir solos.
«En general, como con cualquier otra situación en la que intervienen personas, el límite ha de ponerse cuando se percibe un daño moral, psicológico y, a veces, físico —puntualiza—. Nada en una relación afectiva justifica el daño que se causa al otro, pues esto es lo antagónico al amor. Cuando comienzan las culpabilidades, los reproches, el control de la vida, la confiscación de teléfonos, llamadas o correo; los insultos y las acusaciones basadas en la imaginación de quien las pronuncia, en vez de en evidencias reales, es el momento de hablar claramente con la pareja y, en la mayoría de los casos, dar por terminada la relación. Los celos patológicos tienen una curación larga y difícil, pues hay que cambiar toda una forma de percibir la realidad y de sentir sobre uno mismo y los demás, que no todos están dispuestos a afrontar».
Fuente: https://informe21.com