Vivir sin estar rodeado de electrodomésticos o aparatos tecnológicos puede parecer absurdo en el siglo XXI. Pero para los residentes de Green Bank, un pequeño pueblo montañoso ubicado en el estado de Virginia Occidental, Estados Unidos, es algo normal. Este lugar es el refugio ideal para más de un centenar de personas que dicen ser hipersensibles a las radiaciones electromagnéticas, una enfermedad que provoca dolores de cabeza, alteraciones del sueño, hipertensión y fatiga crónica, entre otros síntomas.
Y lo es porque está situada dentro de la llamada Zona Nacional de Silencio de Emisiones de Radio, área de aproximadamente 34.000 metros cuadrados donde está prohibida la exposición a los campos electromagnéticos (EMF) con el fin de evitar interferencias que afecten el Observatorio Nacional de Radioastronomía, un centro astronómico donde opera el radiotelescopio dirigible más grande del mundo.
Por esto allí no se pueden encender televisores, computadores, redes Wi-Fi, celulares, ni otros dispositivos que hoy emiten ondas electromagnéticas, como sí sucede en el resto de ciudades del mundo.
Esa característica resulta atractiva para gente como Diane Schou, una de tantas personas que durante la última década se han trasladado a Green Bank en busca de un espacio libre de radiaciones. “La vida no es fácil aquí. No hay tiendas, restaurantes ni hospitales cercanos, pero al menos me siento mejor. No estoy en la cama con dolor de cabeza todo el tiempo”, señala. Es común que en cada casa de esta población haya un detector de radiación para evitar cualquier peligro. La mayoría de sus habitantes vive como si estuviera anclada en 1930, con excepción del teléfono fijo, el único aparato empleado para comunicarse con el mundo. Para entretenerse se reúnen a cocinar y disfrutar de la música.
Casi todos los habitantes de Green Bank sufren de hipersensibilidad electromagnética (EHS, por sus siglas en inglés), una condición relativamente nueva que, se sospecha, está relacionada con la tecnología inalámbrica, aunque aún no se ha encontrado suficiente evidencia científica al respecto.
Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) no la desconoce, “cuestiona que los síntomas de estas personas provengan de las radiaciones electromagnéticas”, dijo a SEMANA David O. Carpenter, director del Instituto para la Salud y el Medio Ambiente de la Universidad del Estado de Nueva York.
Según el experto, las causas de este trastorno podrían tener más una relación directa con factores psicológicos y no propiamente físicos. Si bien es cierto que las radiaciones electromagnéticas pueden llegar a quemar el tejido biológico a intensidades muy altas, los dispositivos más usados por la gente, como el celular o el internet inalámbrico, funcionan por debajo del nivel que puede considerarse perjudicial.
En la actualidad la EHS solo es reconocida en Suecia. El gobierno de ese país señala que unas 250.000 personas, el 3 por ciento de la población, sufren este mal y por eso les ofrecen subsidios para que sus hogares tengan la protección necesaria para bloquear la radiación electromagnética. “Pocos países tienen estadísticas certeras sobre la cantidad de personas que padece este problema. Sin embargo, el rango oscila entre el 1 y el 10 por ciento”, explicó a SEMANA James Rubin, psicólogo del King’s College de Londres.
A los habitantes de Green Bank no les preocupa lo que digan los científicos, pues están convencidos de que la contaminación electromagnética es real. “Para nosotros lo más importante es la salud y la tranquilidad”, dice Silvia Wilson, una de las residentes. Ella y los demás invitan a quienes deseen liberarse por unos días de las radiaciones urbanas a que los visiten para vivir la experiencia de estar desconectados del mundo.