Instagram se ha instalado definitivamente en nuestras vidas como medio para difundir a los cuatro vientos nuestras experiencias gastronómicas. Al margen de críticas y postureos varios (¿hay mayor síntoma de postureo que criticar las fotos de comida en esta red social?), hay que reconocerlo: todos somos gastroexhibicionistas en estado puro. Por eso, queremos daros unos cuantos consejos para que lo hagan lo mejor posible, con la ayuda de una de las fotógrafas cuyas imágenes de comida más admiramos.
En este hoy del Instagram y los tópicos gastronómicos (todo el mundo esconde un crítico gastronómico dentro, recuerden) este hoy tan raro de los foodies y los followers comprados a peso, el valor de algo tan inocente y tan sencillo de hacer “una foto de lo que comes” ha adquirido tintes de debate nacional.
A mí me parece bien, la verdad (y es que sigo a rajatabla aquella ley sagrada del Hakuna Matata) pese a que también veo un poco cansina esta sobreexposición gastronómicaque invade hasta el último rincón de la Internet. Somos un poco nipones de lo gastro. Pero se nos pasará, como se nos pasó lo de Rick Astley o lo de Sad Keanu (lo de los gatos no se nos ha pasado, eso es cierto). Conclusión: hay que quedarse con lo bueno de todo esto -que lo hay, vaya si lo hay- hacer un ejercicio de curación de contenido vital y alegrarnos muy fuerte de existan joyas como las fotos que nos regala nuestra protagonista de hoy: Aiala Hernando.
Sigo a Aiala desde hace tiempo porque me fascina su visión de la gastronomía (y, por ende, de la vida). Cada foto en su Instagram es de color y buen gusto entre los días grises y la retranca que tantas veces inunda las redes sociales. Sus fotos me hacen feliz. Así que le he echado un poquito de valor (la precaución es virtud de alcaldes, decía Cromwell) y le he pedido que nos cuente (alguno de) sus secretos para hacer fotos gastronómicas perfectas. Y de postre, una galería con 25 de sus mejoras obras.
Disfruten de las fotos y de las sugerencias de Aiala:
Food porn es una expresión más que explícita para describir ese fenómeno que convierte los alimentos en objetos de deseo. Nos referimos a esa comida obscenamente apetecible que transforma un simple “¿quedamos a tomar algo?” en toda una estética del placer.
Prácticamente cualquier alimento (con tacto, gusto y visión) es digno de ser fotografiado. No es tanto el qué sino el cómo, el dónde o si eres capaz de ver más allá del tocino que acompaña a tus lentejas. Ahí van algunas pinceladas:
1) Si estamos hablando de Instagram, la app food porn por excelencia, por favor, adiós a los filtros. No son más que velos que hacen que la imagen no se aprecie con la calidad y el color que debería para entrarnos por los ojos.
2) El color y la claridad es probablemente lo primero que hace que nos paremos más de un segundo a mirar – más bien observar – esa foto. Si además es algo que tú mismo has preparado, que puedes colocar, elegir la luz, la cubertería, y todo eso, ¿qué más quieres?
3) Escoge un lugar con luz natural (al lado de una ventana sería lo ideal) – las lámparas, los fluorescentes y, por supuesto el flash están prohibidos –
4) Una superficie atractiva, cuanto más primitiva, mejor – se entiende, madera sin barnizar, mesa blanca mate –
5) Vajilla apropiada (no, el ajuar que te dio tu madre cuando te fuiste de casa no vale), pero nos vale con: plato sencillo blanco y cubertería de plata. Y ya sólo queda colocar la comida de manera que nos dé ganas de comerla (incluso cuando no tengamos hambre).
6) Ya en un restaurante la cosa se complica. No siempre es sencillo hacer fotos a los platos de comida en los restaurantes, así que, a veces, es mejor conformarnos con fotografiar el lugar (si es lo suficientemente bonito, claro). Capturas llenas de color, simetrías, luz y planos cenitales son algunas de las cosas a tener en cuenta, informa traveler.es, en u portal.
7) Detalles como una (bonita) mano, unas flores, la revista que están leyendo (si no es la Cuore) o algunos de los ingredientes que has utilizado para cocinar pueden ser un buen complemento para una foto de diez.
8) Por último, creatividad y buen gusto.