A propósito del 52 aniversario del ajusticiamiento del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina y de la falta de honradez que representaba el “jodedor de la patria”, me permito contarles una situación que vi mientras venía de regreso desde Barahona hacia Santo Domingo.
La madrugada del lunes 27 mi madre me acompaña a tomar el autobús para retornar a la capital, pues debo trabajar temprano. Después de mucho esperar aparece una guagua del Sindicato de Choferes de Minibuses de Barahona (SINCHOMIBA), la única línea autorizada a tomar pasajeros en la carretera Sánchez, según reglas de ellos mismos. Al abordar el cobrador no me deja ni despedirme bien de mi madre porque andan rápido, al parecer venía otra guagua cerca. Arrancamos y se repite la misma escena en el camino: recogiendo pasajeros y volando.
Avanzando en la carretera nos encontramos con el primer chequeo militar y luego en el kilómetro 15 de Azua nos topamos con otro, chequeos que solo sirven para chequear haitianos, pues solo a ellos se les pide papeles; pasamos esos puestos sin problemas y así seguimos en la ruta cuando una señora grita: “chofer prende el aire”. Él con su cara de político antes de las elecciones le responde: “voy pa’ allá a arreglarlo”. Pero nos cobró el viaje como si hubiese ofertado el servicio premium de la línea.
Llegamos a un parador en Baní, donde siempre se paran aunque uno no quiera y al marcharnos veo un conflicto entre el chofer y un ciudadano haitiano, ni siquiera lo vi subir, quizás estaba dormido, pero entre la discusión y el murmullo de la gente escucho al haitiano decir: “yo no bajar de aquí, ya yo paga”. Al abordar, el chofer explica que él haitiano era ilegal y que por eso lo querían bajar. La misma señora que solicitó el aire le dijo: “pero él ya pasó los chequeos, ¿cuál es el problema?”.
El chofer responde diciendo que si la ruta lo agarra le mete 30 días de multa. Entonces la gente le dice que por qué él no le preguntó si era legal y dice que le preguntó. Pero todos sabíamos que con la rapidez que iba no le daba tiempo ni de desmontarse. “El decí a mi subí, subí y yo subí”, afirmó el haitiano.
Nadie en la guagua estaba dispuesto a permitir que bajaran al extranjero, porque se notó de una vez que querían estafarlo, así que todos dijeron “si lo bajas devuélvele el pasaje”, cosa que ellos no querían.
Seguimos avanzando y el cobrador anuncia que lo va a dejar en Haina, San Cristóbal, pero nadie acepta y el chofer y el cobrador lanzando “san Antonios” al haitiano.
Luego me pongo a pensar y todo encaja: el haitiano pasó los chequeos porque pagó para pasar y por eso ni le pidieron los documentos o él estaba escondido con el consentimiento de los tripulantes del minibús, que después de eso lo estaban chantajeando para cobrarle más.
Entre el silencio de la guagua que estaba repleta de tanta gente que había recogido en el camino escuche al cobrador decir: “Aquí hace falta un Trujillo pa´ que mate a to´ eso maldito haitiano”.
Fuente: hoy.com.do/FRANKLIN MARTE