Que levante la mano la que no haya tenido a un fóbico en su vida. Es fácilmente reconocible: su frase de cabecera es “vamos viendo”. Hay tantas mujeres fóbicas como caballeros de ese palo, pero hoy toca analizarlos a ellos.
Esta es la sintomatología habitual del fugitivo del amor:
– Hace cualquier cosa para que una mujer le preste atención. Buscará su número de móvil de la manera más astuta, la convencerá por todos los medios que es “el” hombre para ella. La enamorará.
– Una vez que caiga en su red, hará el juego de la hamaca: para adelante y para atrás, locamente. Después de una noche intensa, por ejemplo, desaparecerá por varios días de la faz de la tierra. Le hará preguntarse a ella qué hizo mal. Lo más probable es que nada. Son solo los propios temores del fóbico a quedar atrapado en una relación lo que lo hacen desvanecerse en el aire.
– Si ella le propone un plan que requiera agendar día y horario (por ejemplo, un recital) antepondrá una serie de excusas que culminarán en el consabido “vamos viendo”.
– Es probable que su ausencia le genere a la “elegida” ansiedad y más ganas de verlo, aunque sea para ver qué fue lo que lo alejó. Lo ideal es que no lo llame. Probablemente se retraiga o se haga el ofendido, el acosado, el enojado. Volverá a por ella: es regla. El tema es que regresará y se irá y así ad infinitum.
– Es una fija que propondrá alguna linda salida romántica que le hará creer a la ilusa que él se ha dado cuenta de su valía y está listo para iniciar un vínculo. Hay malas noticias: esto no suele ser así. El compromiso para un fóbico es como la sal para un hipertenso.
Algunos psicólogos hablan de las personas fóbicas como “amantes que bailan solos”. La interpretación a la criolla sería “donde dos no quieren, uno no puede”. Así que si tu idea es construir algo sólido con un hombre, lo ideal es que “vayas viendo” que un fóbico no es lo aconsejable para tu proyecto. Huir antes de que lo haga él es un buen consejo.