Existen muchos tipos de llantas, las hay para automóviles, tractor, camión, motocicleta, automovilismo, entre otras, todas fabricadas con el objetivo de un viaje, trabajo o experiencia sobre ruedas segura. Sin embargo, al terminar su vida útil y dar un mal uso de las mismas generará graves problemas tanto en carretera como a la salud pública y el ambiente.

En la mayoría de países centroamericanos y del Caribe la importación y el uso de las llantas usadas es legal, agravando el problema que se vive en las calles por el aumento en el número de accidentes y víctimas mortales.



Se estima que en la región se utilizan más de 9 millones de llantas anualmente, de las cuales un 45% de esta cantidad son llantas usadas, es decir, existen más de 4 millones de probabilidades de que ocurra una fatalidad en carretera.

“Estas cifras son realmente preocupantes, el uso de llanta usada, más que un beneficio económico, es realmente un problema que pone en peligro la vida del conductor, sus acompañantes y hasta de los peatones”, indicó Alexander Montanaro, director comercial de Bridgestone de Costa Rica.



¿Cuál es el problema? Una llanta usada se considera desecho, esta cuenta con un desgaste considerable y una estructura debilitada, lo que provoca un mal desempeño para la maniobrabilidad y respuesta de agarre en condiciones tropicales, como las que experimenta la región.

“Una llanta en estas condiciones de desgaste pueden deformarse o explotar con el mínimo golpe que reciba. En el caso de lluvia, no aseguran que corra bien el agua, causando el hidroplaneo (derrape) y provocando como mínimo una colisión. De ahí la importancia de hacer un cambio responsable, que nos brinde seguridad y tranquilidad”, explicó Montanaro.

Los accidentes son solo uno de los muchos problemas que trae consigo la importación de este producto de desecho. En muchos países las llantas ingresan en mal estado y se comercializan como “casi nuevas” o simplemente no se informa que son usadas, engañando al consumidor.

Por otra parte, las llantas usadas no cuentan con algún tipo de garantía, respaldo o certeza de su calidad y estado real. Además, el consumidor no recibe información sobre las características del producto al adquirirlo, simplemente porque no existe.

Montanaro agregó que otro factor que hay que considerar es el regrabado artesanal al que se someten muchas de estas llantas –también conocidas como llantas ralladas-, con la creencia o engaño de que se le está alargando su vida útil y que va a tener más agarre de la calle por la estría nueva que le formaron, por lo contrario, le están eliminando las bases que protegen la banda de acero y aumentando las probabilidades de destruirse en cualquier momento.

“Hay que recordar que las llantas son el único punto de contacto entre los pasajeros y vehículo con la carretera, y que una llanta en buen estado puede hacer la diferencia entre un viaje seguro y la fatalidad”, finalizó.

Otros efectos negativos. Además del peligro de una falla repentina del neumático, la utilización de estas llantas también trae importantes problemas al ambiente, debido a que al terminar de dañarse la llanta, las personas las dejan tiradas a la orilla de la carretera, lotes baldíos, hasta en ríos y mares, contaminando y convirtiendo a Centroamérica y Caribe en basurero de otros países.

Por su parte, esta práctica de desecho irresponsable se convierte en un excelente criadero para el mosquito Aedes Aegypti, transmisor del dengue y otros virus mortales, perjudicando la salud pública.

De esta manera se puede concluir que la compra y utilización de una llanta usada crea un problema mayor que el que se pretende resolver.

Por Andrea Barquero