«Tiene muchos defectos, dice mi madre, y demasiados huesos, dice mi padre», reza la conocida canción «La mujer que yo quiero», de Joan Manuel Serrat.
La expresión del padre da cuenta de que hasta no hace mucho, y esto aún persiste en algunas capas sociales, se creía que las mujeres de caderas anchas y entradas en carnes eran mucho más saludables que las delgadas, y estaban mejor dotadas para traer hijos al mundo.
De un bebé con sobrepeso solía decirse: Qué gordito, qué sanito.
De algún modo, esta idea de que la gordura es sinónimo de buena salud viene de las épocas en las que se pasaban hambrunas y escasez.
La cuestión es que hace unos días se publicó en la revista científica Plos One una investigación llevada a cabo por un equipo conjunto de las universidades de Newcastle y de Londres que daba cuenta de que los hombres que sufren estrés prefieren a las mujeres gorditas.
Los científicos explicaron que el objetivo de la investigación fue cruzar datos culturales que indicaran que la percepción del tamaño corporal, y las preferencias, estaban condicionadas por factores como el estrés o el estilo de vida del círculo social en el que uno se mueve.
«Si observas contextos donde hay escasez de alimentos, la preferencia de las personas en torno a la masa corporal en una potencial pareja cambian. La preferencias por parejas gordas parece ser mayores en comparación con lugares donde hay abundancia de alimentos y un ambiente más relajado», explicó el doctor Martin Tovee, uno de los autores de la investigación.
«Para el hombre primitivo, tener una mujer gorda era necesario durante las carestías -explicó Helen Fisher, profesora de Antropología en la Rutgers University-. No solo la mujer tenía así más calorías que quemar, sino que gracias a la grasa, que aumenta la presencia de estrógenos, su fertilidad duraba más tiempo».
O sea que el padre de Joan Manuel Serrat no estaba tan errado en sus apreciaciones.
La realidad es que a muchos hombres les gustan las mujeres pulposas y curvilíneas. El actor Pierce Brosnan, por ejemplo, está casado —y muy enamorado- desde hace años con la periodista estadounidense Keely Shaye Smith, que al principio de la relación era delgada y luego ganó bastante peso.
El problema es que, como la estética que limita con la anorexia está de moda, a muchos hombres les da pudor admitir sus preferencias por las chicas rellenitas.
Fuente: https://ar.mujer.yahoo.com