EL OÍDO.- El presidente Medina no cambió su actitud comprensiva y generosa frente al drama de los haitianos solo por intuición o capricho, sino que puso – como dicen ahora – el oído en el corazón del pueblo. Aun cuando los núcleos que defienden la causa de los haitianos tienen a su disposición medios poderosos de opinión pública, no pernearon esta vez la mayoría. La circunstancia de ahora les dio en la cara, y duro. Pensaron que la dominicana era una nación de borregos, como alguna vez se escribió de la norteamericana, olvidando que es muy sensible al tema de la soberanía y de la nacionalidad. La manipulación se intentó, pero “ no llenó las expectativas”, y ese fracaso tiene una explicación bien sencilla: para hablar mentira y comer pescado hay que tener cuidado, y se exageró en demasía y se buscaron referentes alevosos y desproporcionados. ¿Cómo comparar la situación que se origina alrededor de la sentencia del Tribunal Constitucional con la solución de Hitler a la cuestión judía? Lo mismo que hablar de genocidio, de apartheid…
EL PALITO.- El presidente Medina antes de tomar las decisiones puntuales, no solo consultó con otros poderes públicos, sino que encargó una medición, y por esta supo la real correlación de fuerzas, ya no en la opinión pública, siempre manipulable, sino la base de la población. Puestos en una balanza el destino del dominicano y del haitiano, vistos de igual a igual, el ciudadano de a pie no lo pensó dos veces. La encuesta fue clave en definir donde estaba el verdadero interés, y no podía ser del lado de los haitianos. El fenómeno del Palito de Coco no era suficiente para anular el sentimiento de la afrenta de quienes burlan la nacionalidad dominicana. Además, no hay que perder la perspectiva y confundir las reacciones. La farándula es una cosa, y la política, otra, aun cuando farsantes y simuladores vayan de manos. Pero sobre todo no se puede perder de vista el hecho cierto de que Palito de Coco es el haitiano amable, al que lo cortés no le quita su arte, y que se sabe en tierra ajena. La entrada lo dice todo: “Saluda, veciná, saluda vecinó…”…
DE COCÓ.- El fenómeno Rumai o Palito de Coco no afecta la percepción del dominicano sobre la otra versión del haitiano, el haitiano feo, el que quiere papeles a la mala y que como Caballo de Troya busca introducirse tras las murallas de la nacionalidad. ¿Acaso no se celebró por estos mismos días y en conciertos memorables a Justin Bieber y Rihanna, sin que trascendiera el mundo del espectáculo? Es más, la aceptación de la música de Rumai dice lo contrario de lo que ahora se predica: no hay racismo, ni xenofobia, y tampoco antihaitianismo. Nadie lo objetó por el color de su piel ni por su mal español. El público que lo gozó y lo goza sabe que es haitiano y él no lo disimula. Si existiera ese ánimo enconado contra todo lo que huela o suene haitiano, Palito de Coco no triunfa, ni sus connacionales anduvieran por las calles haciendo vida normal y sin que autoridad alguna los moleste si tienen sus documentos en orden. Incluso, y vale subrayarlo, la situación es tan normal que ninguna emisora toca el himno a las doce del día, como se hizo en una época por razones políticas…
Por Orlando Gil, para listin.com.do