En contra de las recomendaciones que se han difundido durante las últimas décadas, varias investigaciones han comenzado a revalorar los beneficios nutricionales de las grasas de origen animal. Aquí te contamos más detalles sobre este debate, qué tipos de grasas existen, cuáles debes evitar y por qué el azúcar se ha vuelto el nuevo “culpable”.
Una de las recomendaciones principales a la hora de llevar una dieta saludable es reducir tu consumo de grasas, entre otras cosas porque dicho consumo puede promover el desarrollo de las enfermedades del corazón y, por ejemplo, hacer que aumenten tus niveles del colesterol en la sangre.
Sin embargo, no todas las grasas son iguales y algunas se consideran más saludables que otras, como las grasas no saturadas, que ayudan a incrementar los niveles del colesterol bueno. Entre estas grasas no saturadas se encuentran las monoinsaturadas, que se encuentran en los frutos secos, las semillas, los aguacates o paltas y en algunos aceites como el de oliva, canola y girasol, y las grasas poliinsaturadas, que abundan en los granos de maíz, semillas de algodón, aceites y semillas de cártamo y lino, en los frijoles, habichuelas o porotos, en los aceites de soja o soya, en las margarinas y en los mariscos.
Las grasa saturadas, por el contrario, son aquellas que suelen ser sólidas a la temperatura ambiente, como las que se encuentran en la carne de los animales y en los lácteos (por ejemplo, la manteca o mantequilla, el queso y la crema) y se han asociadas con un aumento en el colesterol malo y en consecuencia, con los problemas del corazón.
Varias investigaciones recientemente han comenzado a replantearse el valor nutricional de las grasas de origen animal. Más aún, en un artículo nuevo publicado en la revista médica British Medical Journal (BMJ), Aseem Malhotra, uno de los cardiólogos más prestigiosos del Reino Unido y especialista del hospital universitario de Croydon, en Londres, concluye que las grasas saturadas de la manteca, el queso o la carne roja no son tan perjudiciales para el corazón como se creía hasta ahora. (Sigue…) <!–nextpage–>
Según Malhotra, el consumo de productos bajos en grasa ha incrementado “paradójicamente” el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. ¿Cómo es posible esto? Principalmente, porque los productos magros tienen menos sabor y, al elaborarlos, las industrias les agregan más azúcar y edulcorantes para realzar los sabores.
De esa manera, la que ha pasado a ocupar el primer puesto en la alerta actualmente es el azúcar, que se encuentra en muchos productos elaborados, no sólo en los dulces sino también en otros en los que pasa inadvertida, como en ciertas salsas tipo cátsup o barbacoa. Por ejemplo, si en las etiquetas figura alguna de estas denominaciones, es porque contiene azúcar:
- Néctar de agave (aguamiel o, en inglés, agave nectar).
- Sirope o jarabe de arroz integral (brown rice syrup).
- Dextrosa (dextrose)
- Jugo de caña evaporado (evaporated cane juice)
- Glucosa (glucose)
- Lactosa (lactose)
- Sirope, jarabe o miel de malta (malt syrup)
- Melaza (molasses)
- Sacarosa (sucrose)
Y si en el paquete del producto que estás por comprar aparece alguno de estos ingredientes entre los primeros de la lista o si contiene más de 4 gramos totales de azúcar, tal vez sea mejor que lo evites.
Pero volvamos a las grasas, ¿es que ahora puedes comer un bistec sin sentir culpa? Siempre y cuando no te excedas y sepas distinguir entre un trozo de carne a la parrilla y otro frito. ¿Por qué? Porque las comidas fritas contienen grasas de las denominadas trans, que siguen siendo parte de la lista de alimentos que es mejor evitar.
Las grasas trans también integran el grupo de las grasas no saturadas, pero no son saludables como las mono y poliinsaturadas. Esto se debe a que las grasas trans aumentan el riesgo de desarrollar problemas del corazón. Se encuentran en los aceites hidrogenados y parcialmente hidrogenados y en los productos que contienen esos aceites, como galletas, pasteles, donas (rosquillas) y en las comidas fritas en general, informa vidaysalud.com, en su portal.
Muchos especialistas de varias lugares del mundo se unen a esta nueva sugerencia. Por eso, aprende a distinguir las grasas en los alimentos y elige las opciones más saludables. Y, desde luego, cuando se trata de grasas recuerda que hay que consumirlas en moderación (y no te olvides que la dieta mediterránea sigue siendo muy saludable para el corazón).
Es importante que te aprendas cómo leer correctamente las etiquetas en los productos y que evites aquellos que contengan mucha azúcar. Y no te olvides que existe muchos alimentos que no están procesados que son muy saludables. Es más, si quieres mantener a tu corazón sano, también es conveniente evitar el exceso de sodio (sal). Y por supuesto, recuerda incluir una rutina de ejercicios diariamente. Es la combinación ideal para mejorar tu calidad de vida y vivir mejor por más tiempo.