El papa Francisco aseguró que un instituto religioso debe aceptar «a los pecadores, pero no a los corruptos», durante un encuentro con la Unión de Superiores Generales (USG) de los Institutos religiosos masculinos al final de su 82ª Asamblea General el pasado mes de noviembre.
La revista católica «La Civiltà Cattolica» publica hoy bajo el titulo «¡Despierten al mundo!» y firmado por Antonio Spadaro S.J. quince páginas sobre dicho encuentro con el papa del que el autor dice que su pensamiento tiene un ritmo a «olas» progresivas.
Al abordar el tema de la formación de los religiosos, el papa afirmó que «la formación es una obra artesanal, no policíaca. Tenemos que formar el corazón. De otro modo formamos pequeños monstruos. Y después, estos pequeños monstruos forman al pueblo de Dios. Esto realmente me pone la piel de gallina».
Además, -dijo- el formador tiene que pensar que la persona en formación será llamada a cuidar el Pueblo de Dios.
Spadaro explica que en realidad, los Superiores habían pedido solamente un breve encuentro de saludo, pero el pontífice quiso dedicar al diálogo toda la mañana.
«La Iglesia debe ser atractiva- aseveró-. ¡Despertar al mundo! ¡Sean testimonio de un modo distinto de hacer, de actuar, de vivir! Es posible vivir de un modo distinto en este mundo».
Y comentó que «la vida es compleja, está hecha de gracia y de pecado. Si uno no peca, no es hombre. Todos nos equivocamos y tenemos que reconocer nuestra debilidad. Un religioso que se reconoce débil y pecador no contradice el testimonio que está llamado a dar, sino que sobre todo lo refuerza, y esto hace bien a todos. Por lo tanto, esto que me espero es el testimonio».
Spadaro añade que el papa tocó uno de los puntos clave de su pensamiento: «Yo estoy convencido de una cosa: los grandes cambios de la historia se realizan cuando la realidad fue vista no desde el centro, sino desde la periferia».
Es necesario, según el papa, conocer la realidad por experiencia, dedicando un tiempo para ir a la periferia para conocer de verdad la realidad y lo vivido por la gente. Si esto no ocurre, entonces, «se corre el riego de ser abstractos ideólogos o fundamentalistas, y esto no es sano».
VOCACIÓN
En cuanto al apostolado juvenil, señaló que «se necesita un nuevo lenguaje, un nuevo modo de decir las cosas. Hoy Dios nos pide esto: salir del nido que nos contiene para ser enviados» pues «es el modo más concreto de imitar a Jesús».
Preguntado sobre cuál es la prioridad de la vida consagrada, respondió Francisco: «La profecía del Reino, que no es negociable» y añadió que «ser profetas a veces puede significar hacer ruido, no se cómo decir… la profecía hace rumor, ruido, algunos dicen «lío», pero en realidad, su carisma es aquél de ser levadura: la profecía anuncia el espíritu del Evangelio».
El papa fue interpelado sobre el tema de las vocaciones que van creciendo en África y Asia.
El papa Francisco -refiere Spadaro- dijo que es consciente de que ha cambiado la geografía de la vida consagrada y que «todas las culturas tienen la capacidad de ser llamadas por el Señor».
«Quizás, alguna vez, no eran tan fecundas, pero ahora lo son- mantuvo Bergoglio. Esto nos obliga naturalmente a repensar la inculturación del carisma».
«No estoy hablando de adaptación folclórica a las costumbres – continuó el papa- es una cuestión de mentalidad, de modo de pensar, por ejemplo: hay pueblos que piensan de manera más concreta que abstracta, o que al menos tienen un tipo de abstracción distinta de aquella occidental».
Y dijo que él mismo como provincial de los jesuitas en Argentina vivió esta diferencia.
«No puedo formar a un religioso sin tener en cuenta su vida, su experiencia, su mentalidad, su contexto cultural. Este es el camino».
Esto hicieron -dijo- los grandes misioneros religiosos.
Y citó «las extraordinarias aventuras del jesuita español Segundo Llorente (León-Washington, 1906-1989), tenaz y contemplativo misionero en Alaska que no sólo aprendió el idioma, sino que tomó el pensamiento concreto de su gente».
El papa Francisco es realmente consciente de los riesgos, también en términos de «reclutamiento vocacional», de las iglesias más jóvenes, señala Spadaro.
Recordó que en 1994, en el contexto del Sínodo ordinario, los obispos filipinos denunciaron la «trata de novicias», es decir, la masiva llegada de congregaciones extranjeras que abrían casas en el archipiélago para reclutar vocaciones y trasplantarlas a Europa.
EFE