No es muy bien visto dentro de nuestra sociedad, pero es una parte esencial de ella, es más habitual de lo que parece e incluso podría tener beneficios que van más allá de lo que se aprecia a simple vista.
Lo anterior apunta al amigo de muchos chilenos, y enemigo de los que ven el lado positivo de las cosas… Así es, nos referimos al pesimismo, a esa propensión que nos hace ver y juzgar las cosas en su aspecto más desfavorable y que se ha instalado en la sociedad, a tal punto de darle vida a llamativos y protagónicos personajes en la literatura y el cine.
En la vida real el pesimismo funciona como cable a tierra para algunas personas, manteniendo las ideas aterrizadas y la vista enfocada en lo realizable y alcanzable. De hecho, no parece malo tener una tendencia a ver las cosas de esta forma, e incluso hay distintos tipos de pesimismos que podrían tener beneficios sobre el optimismo, según señaló la doctora en psicología en la universidad de Wellesley en Massachusetts, Julie Norem, en una publicación de Huffington Post.
La experta y autora de “El poder positivo del pensamiento negativo”, explicó que en la vida diaria los pesimistas disposicionales pueden lograr mejores resultados en ciertos aspectos. ¿Por qué? Pues bien, por lo general estas personas presentan menores niveles de ansiedad, y además tienden a actuar a la defensiva, imaginando que los resultados de sus acciones pueden tener el peor de los desenlaces, por lo que se motivan para prepararse más y esforzarse más para evitar el fracaso.
Los experimentos realizados por Norem determinaron que, dependiendo del contexto, la respuesta de los pesimistas puede ser más óptima cuando se preocuparon por no fallar, pero no así cuando reciben estímulos positivos.
Asimismo, autora del libro, tras realizar una prueba matemática en la que se hacía resolver problemas a los sujetos de estudio, descubrió que los pesimistas obtenían mejores resultados al preocuparse minutos antes, pero bajaban su rendimiento si tomaban un momento de relajo previo.
Por lo anterior, concluyó en que tomarse el tiempo de preocupación, ayudó a generar la inquietud necesaria para una mayor motivación en los pesimistas y un mejor enfoque en su labor.
Esto trasladado a la vida diaria puede ayudarles a lograr más concentración y mejorar la atención con respecto a lo que ocurre alrededor, con una mayor capacidad para recordar los detalles del entorno, debido a la predisposición a ver las cosas en su peor aspecto.
Asimismo, les permitiría ser más rigurosos en la toma de decisiones con respecto a las personas, puesto que al no tener un exagerado entusiasmo positivo, observarían más detalles y no se dejarían llevar por las primeras impresiones, motivados por la desconfianza en las ideas positivas.
Por lo mismo, estas características de los pesimistas les permitirían tener una menor ingenuidad con respecto a las situaciones que vivan, basados en el escepticismo, que los aleja de los mitos, rumores o informaciones sin suficientes fundamentos como para generarles confianza.
Los aspectos observados por Norem tienen un factor en común, la cautela a la hora de actuar, la cual se presentaría como una de las mayores ventajas en el comportamiento de los pesimistas, que se contrastan con el eufórico y entusiasta día a día que pueden tener los optimistas, impulsados por la confianza en obtener buenos resultados.
Quizás el pesimismo no sea una “actitud recomandable”, pero para los que ya tienen ese rasgo, puede tener ventajas que serán entendibles desde su construcción de realidad y su forma de abordar la vida, que tendrá un color y un matiz distinto al de un entusiasta y ansioso optimista.