Una adolescente sufrió una horrible reacción alérgica a las pastillas para el ardor de estómago que hicieron que su piel se caiga «en pedazos».
A Leanne Howes, de 17 años, le dieron sólo el 10 por ciento de posibilidades de supervivencia después de sufrir una reacción alérgica de uno en un millón a pastillas antiácidas de venta libre en el Reino Unido.
La condición potencialmente fatal -el síndrome de Stevens-Johnson- se apoderó de todo su cuerpo, haciendo que su piel se queme, haga costra y se caiga.
La peluquera desarrolló el síndrome después de tomar una dosis de 150 mg de ranitidina Zantac prescrita por su médico para tratar el síndrome de intestino irritable.
La enfermedad la dejó en el hospital durante varias semanas mientras seguía su curso devastador.
Zantac está disponible en forma de tableta, inyección y jarabe. Es de venta libre en supermercados y farmacias de todo el Reino Unido.
La pesadilla de Howes comenzó en septiembre de 2013, cuando, de repente, cayó enferma. Al principio, creyó que estaba sufriendo de sarpullido por el calor, pero se preocupó mientras la picazón y el enrojecimiento se extendieron por todo su cuerpo y su piel formó ampollas del tamaño de pelotas de tenis.
«No me había sentido muy bien en el trabajo, así que fui a la farmacia para buscar algunas pastillas. Cuando llegué a casa estaba bien, pero cuando me desperté a la mañana siguiente, estaba cansada y con náuseas. Después, cuando me miré en el espejo, vi que tenía una erupción terrible», contó.
Preocupada, Howes y su novio, Jake Ronda, fueron a la casa de la madre de la jove, donde su condición empeoró rápidamente.
Durante la noche, le salieron ampollas en el interior de su garganta y en la lengua, y a la mañana siguiente se despertó luchando por respirar.
Con ampollas que le cubrían las plantas de los pies también, Howes tuvo que arrastrarse hasta el baño para tratar de pedir ayuda.
Su madre, aterrorizada, la encontró tirada en el piso del baño y la adolescente fue trasladada de urgencia al Hospital Universitario de Norfolk y Norwich.
Los médicos inmediatamente le dieron morfina y le aplicaron crema calmante en la cara y el pecho.
Pero su piel comenzó a caerse en las manos del médico cuando la examinó. En los próximos días, perdió la mayor parte de la superficie de la cara. Partes de su pecho, brazos, espalda y el vientre también cayeron.
Howes dijo: «Pensé que me iba a morir. No podía moverme, y mi cara estaba tan hinchada que mis ojos estaban cerrados herméticamente. Me picaba todo y de mi piel salía un grueso pus amarillo».
«Tenía ampollas agonizantes del tamaño de pelotas de tenis, y yo caía en estados de inconciencia.»
«Al día siguiente, mi madre me dijo que los médicos habían dicho que si soportaba toda la noche, sería un milagro. Estaba tan feliz de estar viva.»
Una vez que aparece, no hay manera de detener el síndrome de Stevens-Johnson, por lo que Howes tuvo que luchar por su vida mientras la condición seguía su curso.
Los enfermos son tratados de la misma manera que las víctimas de quemaduras: se les da el alivio para el dolor y se reponen líquidos.
Los médicos trabajaron día y noche para hacer que la piel funcionara normalmente otra vez.
La peluquera pasó las siguientes cuatro semanas con un goteo de morfina en el hospital. No podía caminar o hablar correctamente. Estaba tan débil que tuvo que usar una silla de ruedas.
El pelo, las uñas, las pestañas y las cejas se le cayeron, y su peso se desplomó.
Ella tenía que ser alimentada a través de un tubo, y los médicos cubrían todo su cuerpo con vaselina hasta tres veces al día.
Su madre y su novio se turnaban para quedarse junto a su cama hasta que se recuperó.
Howes fue finalmente dada de alta en octubre de 2013, pero de vuelta en casa se ??vio obligada a aceptar su nueva apariencia.
«Yo siempre había estado orgullosa de la forma en que me veía. Me gustaba cuidar de mí misma y seguía las últimas tendencias de la moda. La pérdida de mi cabello, pestañas y uñas fue algo devastador, pero Jake me dijo que era hermosa todo el tiempo, lo cual realmente ayudó», contó.
«Cuando miro mis fotos en el hospital no puedo creer que sea yo. Me veo como un monstruo de una película de Halloween. Ahora me doy cuenta de lo afortunada que soy de estar viva.»
El síndrome de Stevens-Johnson es incurable y el 40 por ciento de las personas que contraen la afección no sobrevive.
Fuente: https://www.dailymail.co.uk