Vivir juntos es un arte, un camino bello y fascinante, que tiene reglas que pueden resumirse en tres palabras: permiso, gracias, perdón».

«Permiso, ¿puedo?, es el pedido gentil de entrar en la vida de otro con prudencia y respeto. ¿Te parece hacer esto, quieres?… saber entrar con cortesía en la vida del otro. A veces en cambio se usan modos rudos. El amor verdadero no se impone con fiereza y agresividad. Como decía San Francisco de Asís, la cortesía es una de las propiedades de Dios, es hermana de la caridad. La cortesía conserva el amor. En nuestro mundo, frecuentemente arrogante, hace falta mucha cortesía».



«Gracias, se lo enseñamos a los niños pero luego olvidamos esa palabra. La gratitud es una flor que crece en tierra noble, es necesario nobleza de alma para que crezca esta flor. En la vida matrimonial es importante mantener viva la conciencia de que la otra persona es un don de Dios y a los dones de Dios se los agradece».

«Perdón, porque todos cometemos errores, equivocaciones, que levante la mano el que nunca se equivocó… -desafió el Papa. El más justo peca 7 veces al día, dice la Biblia. Cuando Dios interpeló a Adán, este le echó la culpa a Eva en vez de reconocer su error. Aprendamos a reconocer nuestros errores y a pedir perdón. Perdón si te alcé la voz, si no te saludé, si estuve muy callado o si hablé de más sin escuchar, perdón porque estaba enojado y me la agarré con vos. Así crece una familia cristiana. No existe la familia perfecta, ni el marido ni la mujer perfectos, ni hablar de la suegra perfecta», agregó desatando las risas del público.



«No hay que terminar nunca el día sin pedir perdón, sin que la paz vuelva a nuestra familia», insistió, como ya lo ha hecho en otros encuentros referidos a la familia. «Es habitual discutir entre esposos, quizá voló un plato, pero no hay que terminar el día sin hacer las paces. Es un secreto para conservar el amor».

Fuente: Infobae.com