El humor es subjetivo. Lo que es gracioso para algunos, para otros derechamente no lo es. Mientras unos se ríen a carcajadas con chistes de doble sentido o de humor negro, otros los odian.
Según el investigador estadounidense Scott Weems, autor de “Ha!: The Science of When We Laugh and Why” (¡Ja!: La ciencia de cuando nos reímos y por qué) señala que hay toda una ciencia detrás de lo que nos hace reír, afirmando que aunque la sorpresa y la conmoción son importantes “no lo son todo”, sino que más fundamental es algo llamado “patada del descubrimiento”. Este concepto fue usado por el físico Richard Feynman, un hombre muy gracioso que una vez afirmó que el punto culminante de su carrera no fue ganar el Premio Nobel. Él dijo que sus momentos más alegres fueron cuando aprendió cosas nuevas.
“El humor funciona de la misma forma, porque en primer lugar nos dirige de una manera, entonces, de repente cambia nuestras percepciones”, señala Weems.
“La conmoción y la sorpresa son necesarios, pero debe haber un destino también”, indica, añadiendo que los chistes crueles para algunos son malos porque nos dejan con un sabor amargo tras terminar o simplemente porque nos ofenden profundamente dependiendo de nuestras convicciones.
Como ejemplo, cita un famoso estudio del psicólogo de la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido), Richard Wiseman, quien se propuso encontrar el chiste más gracioso del mundo en una investigación en conjunto con The British Science Association. En su búsqueda, Wiseman observó diferentes tipos de chistes, unos eran tontos, otros inteligentes, unos tiernos, otros crueles. Además, observó el humor dependiendo de las diferentes culturas, demografías, y países.
Para su experimento, llamado LaughLab, creó un sitio web donde la gente podía votar y enviar chistes. De los más de 40.000 chistes evaluados por más de 1,5 millones de personas en todo el mundo, los con puntuación más alta eran los que tomaban un giro inesperado tras crear una falsa expectativa de cómo terminaría.
En su experimento descubrió que los chistes crueles (como uno que decía: “¿Cuántos bebés necesitas para pintar una pared roja? Sólo uno, pero debes lanzar realmente fuerte”) eran calificados como muy graciosos por unos, mientras otros los detestaban.
Weems dice que aunque hay algunas pistas en torno a qué cosas hacen reír a la gente, lo cierto es que todos nos reímos de cosas diferentes, “porque cada uno tiene diferentes umbrales sobre lo que nos lleva a la confusión, y lo que nos ofende profundamente”.
Asimismo, dependiendo de la cultura, las personas también tienden a encontrar más graciosas ciertas cosas. Por ejemplo, dice que el estudio de Wiseman estableció que mientras los británicos se ríen del humor seco y absurdo, los estadounidenses prefieren las bromas un poco más agresivas.
Wiseman afirma que aunque para él, el chiste más gracioso del mundo es otro (es “Dos patos estaban en un estanque. Uno dice “Cuac” y el otro responde “Oh, yo iba a decir lo mismo”) y que la ciencia “no es infalible”, el ganador del experimento de Wiseman fue una broma de Gurpal Gosall, un psiquiatra de Manchester. Léela a continuación:
“Dos cazadores están en el bosque cuando uno de ellos se desmaya. No está respirando y sus ojos están vidriosos, por lo que su amigo llama al 911. ‘¡¡Mi amigo está muerto!! ¿Qué debo hacer ?’, pregunta al operador, quien responde: “Cálmese, señor. Puedo ayudarlo. Primero, asegúrese de que su amigo esté realmente muerto’. Hay un silencio, luego se escucha un disparo. El tipo vuelve al teléfono y dice: ‘Ok , ¿y ahora qué?’”
¿Crees que el chiste ganador es realmente gracioso? Propone algunos en los comentarios.