Bratislav Stojanovic, un hombre sin hogar, sostiene unas velas sentado en la tumba del cementerio de la ciudad serbia de Nis en la que reside. Stojanovic, obrero de la construcción de 43 años, nunca tuvo un trabajo fijo. Tras vivir en casas abandonadas, hace unos 15 años decidió instalarse en el viejo cementerio de la ciudad.
Bratislav vive desde los 28 años en un camposanto serbio tras perder su casa luego de contraer deudas que nunca pudo cancelar. El lugar elegido es un mausoleo perteneciente a una familia desaparecida hace 100 años.
Stojanovic ha afirmado que vivir con los muertos no es tan difícil como algunos pueden pensar. «Tenía miedo al principio, pero poco a poco me fui acostumbrando. Ahora tengo más miedo a los vivos que a los muertos». El único inquilino vivo del cementerio dice que tiene que tener mucho cuidado cada vez que quiere salir y que comprueba antes que no haya nadie alrededor. «No me gustaría provocarle a nadie un infarto al corazón».
Vecinos silenciosos
Comenta Bratislav que la gente es muy amable con él, y que a veces le dan comida o ropa. «A veces tengo que conseguir mi comida de los contenedores de basura, pero puede ser muy nutritivo. Es increíble lo que la gente tira», explicó. «No me asusta tener que dormir en una tumba. Los muertos están muertos. Lo que más miedo me da es pasar hambre».
Además, su situación no corre peligro por el momento, «La familia propietaria de la tumba se ha ido por lo que técnicamente no pertenece a nadie. Si se porta bien no hay planes para desalojar «, dijo un portavoz. Bratislav afirma que se ha conseguido acostumbrar tras hacer algunos ’retoques’. Además, dice «es seco y hace calor. Tengo algunas lámparas y mis posesiones personales. No es un palacio, pero es más cómodo que vivir en la calle».
Fuente: https://www.lacapital.com.ar