AMSTETTEN. El agua de un lavavajillas, de una lavadora o de un cuarto de baño disipa un calor valioso, que el servicio municipal de electricidad de la localidad austríaca de Amstetten recupera allí donde se encuentra: las alcantarillas.
El calor procedente de las aguas residuales calienta en invierno y enfría en verano 4.000 m2 de edificios, lo que permite hacer un ahorro considerable y un gesto por el medio ambiente.
Concretamente, se han colocado «intercambiadores de calor» a lo largo de una sección de alcantarillas de 42 metros, donde la temperatura del agua puede alcanzar los 27 grados.
Los intercambiadores calientan el agua que pasa por tuberías adyacentes a la canalización y «absorben» los centígrados. Luego, este agua entibiada pasa a una bomba de calor muy sofisticada que a su vez alimenta un sistema de calefacción central.
«El agua que bombeamos es limpia, no contiene ninguna materia fecal, y la instalación en la alcantarilla es autolimpiadora», insiste Robert Simmer, un alto directivo municipal de Amstetten.
Esta ciudad de la Baja Austria invirtió 240.000 euros en su dispositivo y espera rentabilizarlo en once años, un plazo que está en la media de las inversiones realizadas en las energías renovables, como por ejemplo la solar.
La electricidad consumida por las bombas de calor (equipos comparables a los utilizados en los refrigeradores y los congeladores) cuesta 6.500 euros por año. Pero según Simmer el ahorro realizado en la factura de calefacción de la ciudad sigue siendo sustancial.
La operación es especialmente eficaz gracias al agua procedente de una fábrica de celulosa que hace que las alcantarillas de Amstetten sean más calientes que la media.
Pero incluso sin una fábrica como ésta cerca el potencial sigue siendo considerable, estima Florian Kretschmer, de la universidad de ciencias naturales de Viena.
– Calentar el 5% de los edificios –
«La ventaja de esta tecnología es que emplea un recurso muy local, y las aguas residuales son abundantes», declaró a la AFP.
Este proyecto no se limita a Amstetten, sino que ya se están llevando a cabo otros en Alemania y a mayor escala en Suiza.
Según un estudio de la universidad de Viena, de 3 a 5% de los edificios austríacos podrían calentarse como los de Amstetten. Los de gran tamaño, como los establecimientos escolares o de oficinas son los que mejor se adaptan a este sistema.
Y a los que esta cifra les parece modesta, Florian Kretschmer les contesta que la única forma para que Europa se deshaga poco a poco de su dependencia de las energías fósiles es con una combinación de energías limpias.
«Claro que no resolveremos los problemas energéticos del planeta sólo con esta fuente», explica. «Lo que hace falta para el futuro es una buena mezcla entre las distintas formas de producir energía, y el calor de las aguas residuales tiene su espacio».
El dispositivo utilizado en Amstetten podría, a gran escala, tener el inconveniente de enfriar la temperatura de las alcantarillas, lo que restaría eficacia a la acción de las plantas de tratamiento de aguas residuales.
Por eso la universidad de Viena busca un sistema que permita extraer el calor directamente en el agua limpia, al final de las plantas de tratamiento. De esta manera, enfriar el agua justo antes de que vuelva a los ríos tendría, según Florian Kretschmer, un efecto positivo para el medio ambiente.