Por Jorge Casado Tarde-noche de este 27 octubre 2014.
Llegué a mi casa después de un arduo día de trabajo.
Los 5 pisos subidos casi me sacan el aire, como a cualquiera.
Minutos antes unas nubes de lluvia presagiaban un aguacero.
Con el calor del día subo a la azotea procurando el aire fresco que todavía no tiene precio.
Pese a la amenaza, el sol de despedía destellante.
Su despedida me animó a buscar la cámara para no ser de los pocos testigos de las maravillas de Dios.
Pasaron no más de 10 minutos en el proceso de metamorfosis cromática visto en el cielo, tal cual si posara una experimentada modelo para una portada de una importante revista mundial.
Contarlo sólo con palabras nunca podría.
Ni mi prosa , ni mis versos, ni mis textos, ellos nunca reflejarían tantos destellos para describir el momento de pasión visual de colores, que en un aparente maridaje celebraban la vida en todo lo alto.
Al parecer tantos colores se convirtieron en mariposas, y como la «felicidad del podre dura poco» ellas volaron y se sumergieron en la noche.