Por Cándida Figuereo
Preocupados por la pobreza extrema en que vive una parte de la población dominicana, los ricos del país coordinarían una reunión para desarrollar un plan que permitiría sanear la penuria que languidece a un segmento sin salida, sin voz y con un exiguo bagaje para buscar alternativas, salvo la del voto «consciente» que echa cada cuatrienio en las urnas.
Esta espontaneidad habría puesto «chivos» a todos aquellos desacostumbrados a las buenas nuevas. Los aplausos y las oraciones ante tan grata noticia parecerían inacabables en el grupo de depauperados nativos.
Los ricos, conforme se plantearía, vivirían en carne propia lo que es levantarse cada día con las manos vacías, tener de cobijo el cielo y de bocado la migaja peleada con un «perro realengo» en un pulso que muchas veces no se sabe si ganaría el sabueso o el menesteroso.
En esa coordinación estaría por verse la propuesta de que cada rico se pase, si lo resistiere, una semana en esas «casas» de miseria sin llevar absolutamente nada para que pueda saborear la penuria abominable de los pobres económicos.
Se cuenta que los ricos estarían sin energía eléctrica, televisión o artefacto digital y dormirían en el suelo o en las destartaladas camas donde la corcha desapareció hace tiempo y queda el esqueleto del Spring que marca cada día la piel acostumbrada a la incomodidad o simplemente el suelo.
Los pobres irían a casa de los ricos, lo que generaría gozo acompañado de escepticismo. Allí los infortunados dormirían en la misma cama del rico y le llevarían su desayuno a la cama si no estuviese en ánimo de ir a la mesa.
Se prevé que en cada mansión de ricos, cinco mucamas velarían por todo lo que se le antoje a los desheredados de la riqueza que fueren acogidos para esta experiencia de vivir con holgura económica. No faltarían los adelantados como José que tiene previsto que una mucama se encargaría de de su baño, le quitaría las medias que usaría para dormir en prevención a la posibilidad de que un mosquito le contagie Ébola, pese a que hasta el momento esto no se ha producido y se da por descartado.
Además José propondría llevar a sus 10 hijos, la mujer, sus cinco hermanos, primos, abuelos y tatarabuelos porque no quiere ser tacaño pensando que se daría vida el solo en aquella mansión donde estaría una semana. La familia original de ricos iría a su destartalada «vivienda» y José quedaría como «amo y señor» de un momento probablemente fallido.
En medio de la cháchara José, ensimismado, no recordaría a los tantos pobres que se acuestan boca bajo sin probar bocado y comprar medicinas indispensables para su salud, aunque sus hijos menores tengan el pan nuestro de cada día asegurado si están en las escuelas públicas.
No obstante, como la mayoría de los pobres son personas nobles a pesar de estar en la «olla» económica, casi la totalidad no pensaría como José y preferiría que les ayudasen a salir adelante orientados y supervisados para emprender una nueva vida con el sudor de su frente.
Estos últimos que no piensan como José están convencidos de que pese al alegato de que «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos» (Mateo 19,24), están conscientes de que parte los ricos adquirieron lo que poseen en buena lid.
De igual modo saben intrínsecamente que el equilibrio fortalece el sistema en toda su estructura, sin eludir el dicho de que lo que sube puede bajar y lo que baja puede subir.
Los pobres económicos tienen de ejemplo en sus propias narices a un señor que reside en el Distrito Nacional, quien pasó de millonario a pobre y en la actualidad se le ve a tempranas horas de la mañana recoger botellas para subsistir. Olvidan, quizás, que las botellas pueden llevar nueva vez a rico y que el dinero no compra todo.
El ladrido de Clo me despertó y llegué a la conclusión de que soñar no cuesta nada, que no era cierta la metamorfosis momentánea de ricos pobres y pobres ricos, que seremos tan pobres o ricos conforme al esfuerzo personal y un poco de ayuda facilitando recursos reembolsables para producir, orientar, supervisar y EDUCAR sin parar.