Por Cándida Figuereo
El mayor gozo en este inicio del 2015 para la República Dominicano es que Pedro Martínez lograra ponchar al los votantes de la Asociación de Cronistas de Béisbol de Estados Unidos (BBWAA), a quienes no les quedó mas remedio que llevarle al Salón de la Fama por sus lanzamientos inequívocos en su límpida trayectoria beisbolera.
Todos los dominicanos se alegraron, lo disfrutaron y los medios de comunicación lo saborearon como nunca con amplios detalles de su quehacer que marca la nueva era de este inmortal del deporte beisbolero.
Y se hizo grande porque siempre fue colosal pese a quererle enrostrar la estatura y el color que todos llevamos detrás de la oreja. Al crecer en su propósito, paralelamente Martínez daba una bofetada a todos aquellos que niegan su lugar de origen al ensalzar al Manoguayabo que le vio nacer como uno más que supo sobreponerse a todos los escollos.
¿Paradoja? No. Simplemente le sobró el valor, valía que nos falta a muchos para decidir nuestro destino.
Ni tamaño ni color amilanaron a Martínez. Sobre el color de la piel Martín Luther King dijo hace 51 años, cuatro meses y unos días que su sueño era que negros y blancos no tuvieran que vivir separados. Aún ese sueño está por verse.
Mucho antes Abraham Lincoln habría dicho que “si la esclavitud no es errónea, entonces nada es erróneo”.
De ahí que fue plausible el consejo de Martínez al subrayar: “Mi deseo es que me vean como un ejemplo de perseverancia y fe, de que sí podemos”.
Este pequeño gigante que no reniega estatura, color y origen se catapulta al lograr «ponchar» a los votantes de la BBWAA que lo eligieron por sus méritos al Salón de la Fama de Cooperstown ante su promedio sin regateos.