Todo transcurre muy rápidamente. En apenas pocos minutos lo peor que puede pasar, sucede. Ella siente que está incómoda de tanto estar sentada en su trabajo, que es algo rutinario y aburrido. Decide levantarse, y ya que pasó por la cocina, prepara algo para tomar. Pero también piensa que tomar sin comer algo rico es un sinsentido. Entonces se dirige al lugar en donde guarda las galletitas que más le gustan. Las busca, y con sus manos llenas, el programa autoejecutable es ya imposible de detener.
Deconstruyendo: en realidad el “enter” del autoejecutable sucedió minutos antes: cuando esa incomodidad se acompañó de la idea y sensación de que algo podía quitarla. Y como persona obesa sabe perfectamente qué es lo que quita, en su fantasía, esa incomodidad.
Miremos la película, pero en cámara lenta. Primera escena: sentimientos de culpa, disgusto personal. Algo esperado y típico como un final repetido por años. Nada tan importante, pero irrefrenable.
Segunda escena: la falsa idea de que es un sinsentido beber y no acompañar el té, el café, lo que sea, con comida. En rigor, se trata de una suposición que no se sostiene por ningún lado, pero que funciona como autoengaño para seguir comiendo. Sobre todo cuando no sentimos ni hambre ni sed, aunque esto es algo que no reconocemos ni registramos. Por eso es autoejecutable.
Tercera escena: el “ya que paso por la cocina”, que también funciona como autoengaño. No por casualidad vamos hacia esa zona de la casa o la oficina: la zona roja, de los excesos y las conductas poco reflexivas. La cocina tiene un efecto hipnótico y seductor, que no se puede desobedecer. Es similar a las escenas de los dibujos animados en que el aroma de algo recién horneado llevaba al cuerpo por el aire directamente hacia el marco de la ventana, donde descansa el fantástico pastel, informa Rumbos, en su portal.
Cuarta escena (pero primera en términos temporales): la incomodidad, el malestar. Puede surgir por desgano o aburrimiento frente a una tarea repetitiva laboral. Lo cierto es que en algún momento aparecen la idea y la sensación simultáneas de que algo que conocemos puede quitar esa abulia. El momento del “enter”: si nos levantamos de la silla, todo se desarrollará sin que podamos detenerlo. La incomodidad es ansia y ansiedad al mismo tiempo. Una ansiedad que se agranda si uno no se levanta, y un ansia por calmarla, pero fundidas, confundidas. Y todo en segundos, que de tan fugaces no podemos reconocer. Es ardua tarea la de hacer reflexivo un automatismo, pero es algo posible. ¿Por casualidad, algo de esto nos suena conocido?