Para intentar abordar qué es la ansiedad podemos realizar un ejercicio: imaginar que dos personas están tranquilas en una sala, leyendo o conversando, y de repente ingresa un ladrón gritando y amenazándolos. ¿Qué les sucedería? ¿Qué pensarían? ¿Qué sentirían? Sería esperable que esas personas manifestaran temor, preocupación, alerta, palpitaciones, respiración agitada, sudoración.
Esta caracterización frente a una situación que se vivencia como amenazante se denomina ansiedad y constituye una respuesta normal. La ansiedad es aquella alarma que se enciende en nosotros cada vez que nos enfrentamos a un peligro inminente y cuya función es avisarnos que debemos huir, saltar, correr, escondernos, cuidarnos.
Se considera que esta alarma es adaptativa y necesaria porque puede ayudar a una persona a escapar de un daño físico, pensar soluciones rápidamente, preparar el cuerpo y la mente para reaccionar.
La duración de esta ansiedad estará en relación a la magnitud y la resolución del problema que la de-sencadenó. Sin embargo, en algunas personas esta alarma puede dejar de funcionar adaptativamente y dispararse frecuentemente, de manera intensa, haciendo que la persona esté constantemente nerviosa y/o tema a situaciones irreales o que no son una amenaza. Esto se llama ansiedad patológica, caracterizándose por ser una respuesta exagerada, no necesariamente ligada a un peligro, situación u objeto externo.
¿Por qué se desregula esta ansiedad? La respuesta es compleja porque se combinan factores genéticos, rasgos de personalidad, sucesos estresantes de la vida, aprendizajes que dan lugar a distorsiones cognitivas (por ejemplo, interpretar la mayoría de las situaciones de manera negativa), informa Rumbos Digital en su portal.
¿Cómo abordar este problema en medio de las exigencias de la vida diaria, para que la ansiedad vuelva a avisarnos de los verdaderos peligros y nos ayude a enfrentar situaciones complicadas? Aunque cotidianamente podemos encontrarnos sobrecargados de exigencias (problemas laborales y económicos, exámenes, discusiones) su efecto está relacionado con la forma en que las percibimos e interpretamos y la manera en que evaluamos nuestras habilidades.
Esto es lo que hace que una misma situación sea vivida como terrible por un sujeto y como un desafío por otro. Debemos saber que nadie está exento de complicaciones, que a veces es necesario seleccionar las actividades más importantes y aprender a delegar en los demás, que no existen las soluciones perfectas (pero aun así hay que tomar decisiones y afrontarlas), que es indispensable dormir lo suficiente, atender nuestra alimentación y realizar ejercicio, aprender a relajarse y cultivar las relaciones sociales. Y, sobre todo, debemos aprender a pedir ayuda y dejarnos ayudar.