A continuación te presentamos los errores más comunes que cometen las mujeres elaborados por los pastores José Luis y Silvia Cinalli.
Buscar la realización personal a través del matrimonio
Si no eres feliz siendo soltera, tampoco lo serás cuando estés casada. La felicidad se logra en la relación personal de amor con Jesús, no por el matrimonio. Sólo Dios puede hacerte plenamente feliz; sólo en Él puedes obtener la realización. No hay hombre alguno sobre el planeta que pueda satisfacer todas tus necesidades y expectativas. Debes resolver esos dilemas existenciales antes de casarte porque si pretendes que otro lo haga, que otro supla tus carencias más profundas te frustrarás, además de arruinarle la vida a alguien más.
Negar lealtad
Los hombres son muy sencillos y necesitan muy poco para ser felices. De hecho hay tres cosas que todo hombre necesita de su compañera según Steve Harvey: apoyo, lealtad e intimidad. Si eres mujer debes comprender que no existe mayor regalo para un hombre que llegar a casa y encontrar a su esposa dispuesta a reconocer el esfuerzo que hace: “amor, ¿qué tal tu día? Gracias por darnos todo, esta familia lo necesita y somos felices porque lo tenemos”.
El matrimonio Cardoso dice: «Cuanto más especial haga sentir una mujer a su marido más le dará a cambio. Le echará ganas. Sacará lo máximo de sí por el bienestar de su familia. Un hombre precisa que su mujer le dé eso. Necesita oír que ella le dice: “corazón, no sabes cómo te agradezco todo lo que haces por los niños y por mí”. Ese apoyo garantiza más esfuerzo, más trabajo y mayor intimidad emocional».
Decir al esposo: “necesitamos hablar”
Para un hombre existen pocas palabras más intimidantes que éstas, especialmente si es una mujer quien las dice. Cuando un hombre escucha estas palabras piensa: “cometí un error”.
Los hombres no están en el negocio de hablar, sino de “arreglar”. Comunicar, nutrir, escuchar los problemas y comprenderlos sin la obligación de solucionarlos es algo para lo cual la mayoría de los hombres no han sido educados. “Dejen que un niño se caiga de la bicicleta y se raspe la rodilla, todo el mundo le dirá que se levante, que deje de llorar y que lo olvide. “Sé un hombre”, le exigimos. No se discute cómo se sintió en el momento en que tocó el suelo; nadie le pregunta si quiere hablar sobre el posible trauma. La respuesta automática es decirle que se sacuda, que se levante y que aprenda a no caerse. Sería genial que las mujeres dejaran de iniciar conversaciones con la frase: “necesitamos hablar”. En cuanto pronuncian esas palabras, nuestras defensas se encienden, las herramientas de reparación salen de sus estuches, el sudor fluye, y repasamos cada cosa que hicimos la semana anterior para indagar qué estuvo mal, cuándo sucedió y cómo lo arreglamos para salir del lío lo más pronto posible. De hecho, creo que es una muy buena idea que si quieren desahogarse, comiencen la conversación con algo como: “amor, mira, no es que haya pasado algo, pero quiero hablar sobre esto”. Esa es una forma buenísima de iniciar la conversación, nos permite relajarnos, bajarnos del estrado, guardar las herramientas para “arreglar” problemas y, por fin, sentarnos a escuchar lo que quieren decir”, Steve Harvey.
Comparar al marido
Otro gran error que cometen las mujeres es comparar al hombre real que tienen a su lado con el hombre ideal de la pantalla televisiva. Una mujer casada expresó a su terapeuta qué esperaba de su esposo: “Me gusta el hombre que se cuida, expresa sentimientos y es romántico, al estilo de Brad Pitt o Tom Cruise; pero que sea un galán como James Bond y proveedor y protector como Conan el Bárbaro o los hombres del viejo oeste. Pienso que el hombre ideal es aquel vampiro de Crepúsculo. Me gusta aquel hombre de Lo que el viento se llevó y aquel bailarín de Cantando bajo la lluvia…, ah, desearía que sea un poco de cada uno de ellos…”. El primer consejo del terapeuta matrimonial para aquella mujer fue: ¡deje de ver tantas películas!
Esta ilusión del amor hollywoodense ha llevado a muchos matrimonios al fracaso. Ese amor de guión, ensayado y con las escenas editadas no existe en la vida real. Una de las peores cosas que puedes hacer es comparar a tu cónyuge con otra persona. Si comparas a tu marido con el galán de la televisión, prepárate para la frustración y el desencanto; en lugar de eso, mira con otros ojos. Aprecia todo lo bueno que tiene ese hombre de carne y hueso que ha decidido compartir la vida contigo.
Esperamos que estos consejos agreguen valor a tu relación matrimonial. ¡Qué Dios bendiga tu semana!