Washington. Un nuevo estudio sobre 95.000 niños demostró que vacunar a los niños contra el sarampión, las paperas y la rubeola no aumenta el riesgo de autismo, a pesar de la suposición de algunos padres de que existe una correlación entre ambos.
Los resultados de esta investigación, publicada el martes en la revista especializada JAMA (de la asociación médica estadounidense), confirman lo que ya muchos otros estudios del mismo tipo han estado validando desde hace 15 años.
En estos 95.000 niños, las vacunas no tuvieron ninguna relación con el autismo, incluso si en la familia ya había un hermano mayor diagnosticado con esta condición. Todos los niños estudiados tenían hermanos mayores, algunos de los cuales padecían autismo.
«Al igual que otros estudios publicados en otras revistas especializadas, observamos que no hay ninguna asociación entre la triple viral y el aumento de riesgo de autismo», señaló el estudio liderado por Anjali Jain, médica en Falls Church, Virginia, y financiado en gran parte por los institutos estadounidenses de Salud (NIH).
Pero, a pesar de la enorme cantidad de evidencia científica, muchos padres continúan suponiendo que existe una correlación entre la vacuna triple viral y el riesgo de padecer trastornos de espectro autista (TEA).
El autismo está en aumento y afecta a uno cada 68 niños en Estados Unidos, pero aún no se comprenden sus causas, lo cual abre el terreno a las especulaciones.
– Un artículo fraudulento –
Los temores de que las vacunas y el autismo estuvieran vinculados comenzaron a propagarse luego de la publicación en 1998 de un artículo de Andrew Wakefield, quien afirmó haber hallado una relación entre la triple viral y el autismo en 12 niños.
Luego se descubrió que este supuesto estudio había sido fraudulento y la revista que lo publicó se retractó. El Reino Unido incluso le quitó al autor, Wakefield, su licencia médica por haber divulgado una información sanitariamente irresponsable.
Pero en la era de internet, donde todo se viraliza y los usuarios raramente confirman las fuentes de sus lecturas, los temores a las vacunas ahora son difíciles de apaciguar.
Las encuestas realizadas a padres que tienen un hijo autista arrojaron que muchos de ellos creen que esta vacuna contribuyó a que el pequeño desarrollara esta condición.
Esta suposición, combinada al hecho de que los niños que tienen un hermano mayor autista evidentemente portan un mayor riesgo genético de padecer esta condición, puede conducir a los padres a no vacunar a los más pequeños.
Para este último estudio, los investigadores analizaron los reclamos de reembolsos de un banco de datos de una gran aseguradora de salud.
«Al menos una docena de estudios han mostrado ya que la edad en que se manifiesta el TEA no cambia entre los niños vacunados y los que no están vacunados», escribió categóricamente Bryan King, médico del hospital de niños de la Universidad de Washington, en un editorial que acompañó el estudio.
«La severidad y el desarrollo del TEA no cambia entre los niños vacunados y los que no están vacunados. El riesgo y la incidencia del TEA en las familias no cambia entre los niños vacunados y los no vacunados», agregó tajante.