Suele escucharse que una mujer se queje acerca de que los hombres «fueron cortados todos con la misma tijera» o bien que «son todos iguales».
Hasta ahí, bien podrían tratarse de dichos de una mujer enojada con el sexo opuesto tras un desencanto amoroso. Ahora, si la creencia se profundiza y la mujer llega a expresar que puede prescindir del género masculino para vivir, o peor, que lo odia, estamos frente a un caso de misandria.
Tranquilos los hipocondriacos que no se trata de una enfermedad nueva no una extraña dolencia. Es una forma de pensar, una creencia, una postura frente a la vida.
El licenciado en Psicología Sebastián Girona (MN 44140) explicó que «así como la misoginia es el odio a la mujer, la misandria es odiar a los hombres y pensar que el género femenino podría prescindir de ellos».
El término surge a partir de la lucha femenina por levantar el sometimiento histórico del hombre y reclamar un mejor lugar en la sociedad con el objetivo de no ser considerada como un ser humano de segunda.
«Representa un extremo en la línea de pensamiento y en la mirada feminista acerca de cómo se generó la sociedad y qué lugar ocupó en el pasado la mujer, entendiendo que sólo el hombre es responsable único y exclusivo de la posición desfavorable que ocupó durante mucho tiempo», detalló el especialista, para quien «esta postura deja de lado cuál fue la responsabilidad histórica de la mujer para que esto sea de esa forma». Por este motivo son mayormente las mujeres las que las mujeres las que pueden presentar el odio a los hombres.
Si bien a veces la misandria se puede confundir con la androfobia, esta está relacionada con el miedo a los hombres y como toda fobia lo indica pasa por el temor. En cambio en la misandria lo que predomina es el odio o la aversión al hombre, el considerar al hombre innecesario para vivir.
«Una persona misandrica odia a los hombres, una mujer feminista no es misandrica, quiere reivindicar los derechos femeninos y eso no implicaría odiar a los hombres. Sería como un racismo de género», diferenció Girona, quien destacó que «así como la misoginia (odiar a las mujeres) es considerado un atraso en el pensamiento cultural del ser humano también se considera la misandria de la misma manera». «Representan en ambos casos pensamientos extremos y en ciertas situaciones, pensamiento patológico», consideró.
Tras asegurar que «en tiempos de #NiUnaMenos el extremo puede pasar por generalizar la actitud de maltrato de los hombres hacia las mujeres y en algunos casos, hasta llegar al odio», el especialista analizó que «además de las posturas más radicalizadas que directamente odian a los hombres, también se pueden presentar algunas posturas algo más sutiles».
Un ejemplo de esto bien pueden encarnarlo las madres que frente a un proceso de divorcio conflictivo no dejan a los padres ver a sus hijos. Yendo al ámbito de la pareja pueden aparecer algunas frases que encierran el germen de la misandria, como por ejemplo algunas clásicas que se pueden escuchar en la boca de cualquier mujer como «todos los hombres son iguales» . «Estas frases también implican desligarse de la responsabilidad que todos tenemos a la hora de elegir a una persona», destacó.
«Funciona como un mecanismo de defensa, yo no tengo la culpa sino que todos son iguales -siguió Girona-. Si creemos que todos los hombres son iguales, esto quiere decir que elija lo que elija me va a ir mal, entonces yo no tengo nada que ver en el fracaso de una relación, todo lo malo que pasó es culpa del otro». Y agregó: «Es mucho más fácil y tentador echarle la culpa o poner la responsabilidad en el otro que en nosotros mismos».
«Me parece interesante poder pensar qué cuestiones implícitas se esconden detrás del término y la primera y más evidente es dejar de lado la responsabilidad que tuvo la mujer para que la sociedad le otorgara un lugar desfavorable», distinguió Girona, para quien «otro punto importante es poder pensar ¿qué creencia justifica la misandria?».
Se podría decir en líneas generales que la palabra implica una fuerte connotación negativa acerca del género masculino. Las creencias detrás de una actitud como esta podrían ser «los hombres tienen todo el poder» o «los hombres son malos y las mujeres son buenas» o por otro lado «el hombre es responsable de todos lo malo que le pasa a la mujer». Se podría pensar que es un pensamiento simplificado y precario, desentendido de la complejidad de la sociedad.
«Ahora bien, si pensamos a la misandria en el momento de formar una pareja nos vamos a encontrar con algunos inconvenientes serios -observó-. Es muy difícil pensar en una mujer que odiando a los hombres pueda encontrar una pareja y sostenerla. Si ese pensamiento persiste y no se revierte o se modifica la pareja, más tarde o más temprano terminará o se convertirá en una pareja poco sana».
La misandria o la misoginia representan -como se dijo- pensamientos extremos y rigidizados. Esa suele ser la característica habitual de una creencia limitante y disfuncional.
Además, estos pensamientos se presentan como certezas o sea que la persona que los tiene no duda ni un instante de eso. Es muy habitual también que en estos pensamientos se presenten categorías absolutas, explícitas o implícitas. Por ejemplo, si decimos «todos los hombres son iguales» ese «todos» implica que absolutamente «todos» son iguales o en el caso de la misandria es el odio a los hombres, está implícito que es a todos los hombres.
Según el especialista, «estamos hablando de algo que pensamos y que nos limita en el sentido de no poder formar pareja y al mismo tiempo nos hace mal».
«A veces cuando las cosas nos salen mal, aparece, en el diálogo interno, el autocastigo. Una forma de trabajar estos pensamientos es poder comenzar a ponerle límites a través de cuestionar y criticar estas ’certezas’. Pero para poder lograr hacer esto primero es necesario de que la persona pueda tener conciencia de esa situación de las consecuencias que le trae», consideró Girona.
Otra cuestión muy importante a tener en cuenta, según el especialista, es poder investigar en qué momento de la vida de esa persona comienza a desarrollarse la misandria para poder ver si tiene relación con alguna experiencia de vida o alguna situación puntual. En algunos casos, un pensamiento radicalizado como este puede tener origen en alguna situación puntual y haberse fortalecido en otros momentos.
«De una manera u otra, la misandria puede representar un problema en la vida de una persona y traerle diferentes dificultades, ya sea en la pareja, en el trabajo o en la familia», finalizó.
Fuente: https://www.infobae.com