Miami, Estados Unidos. Mary Helen Abbott, de 78 años, se pinta los labios de rosa, aún fuma ocasionalmente, está al día con todos los chismes del hogar de ancianos donde vive y va al gimnasio con una falda corta.
Ríe cuando el instructor de aerobics grita: «¡Pavonéense! ¡Como si fueran a conocer a alguien famoso!» Luego ella y una docena de otros ancianos estiran la espalda y, levantando las rodillas alternadamente, caminan afectadamente a lo largo del salón.
Abbott es lo que los científicos definen como una «súper senior» y forma parte de un estudio de 3,2 millones de dólares que busca descubrir los secretos para mantenerse ágil y saludable a tan avanzada edad.
Mientras algunos están en la búsqueda de medicamentos para prevenir la demencia senil, otros, como el neuropsicólogo David Loewenstein de la Universidad de Miami, están más interesados en descubrir por qué algunas personas escapan de ella.
«Estudio el mal de Alzheimer, pero si queremos descubrir los misterios del cerebro también hay que saber por qué algunas personas envejecen exitosamente», dijo Loewenstein.
El estudio de cinco años, financiado por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, está abierto a personas de 63 a 100 años que no han sido diagnosticadas con demencia, que están en buena forma mental o bien apenas muestran señales de falla de memoria.
Loewenstein está particularmente intrigado en saber cómo algunos parecen capaces de ahuyentar la pérdida de memoria, ya sea por razones genéticas, ambientales u otras.
El experto citó estudios en los que se practicaron autopsias a personas de más de 85 años, una población en la que uno de cada tres sufre demencia.
Casi un tercio de las personas examinadas post-mortem revelaron importantes señales de demencia en el cerebro –placas y ovillos–, pero parecían estar bien cuando vivían.
«¿Cómo pueden funcionar a tan buen nivel? La ciencia no ha podido responder esto», dijo Loewenstein. «Estamos tratando de descubrirlo».
– Ejercicio en una píldora –
De las 100 personas que participaron hasta ahora en el estudio de Loewenstein, más de 40 viven en East Ridge, una típica localidad en el sur de Florida habitada por jubilados donde los pavos corretean entre palmeras y campos de golf y las casas de un piso se dividen en múltiples apartamentos.
Tanta tranquilidad no sale barata. Los residentes pagan una inicial de 111.000 dólares y luego una renta mensual de 2.700 dólares, dependiendo de su espacio habitacional.
Poco después de llegar hace siete años, Gwen North, una maestra de preescolar jubilada que parece décadas más joven que su edad (85), asumió la responsabilidad de ocuparse de la tienda de artículos usados.
«Probablemente trabajo seis días a la semana», dijo alegremente.
A los 86 años, su marido Art es uno de los más populares del vecindario: siempre dispuesto a charlar, compartir información y arreglar aparatos electrónicos rotos.
Art y Gwen se sometieron a pruebas de memoria y están proveyendo muestras de su médula ósea para rastrear los primeros signos biológicos de envejecimiento. También tienen previsto donar sus cerebros para que sean estudiados luego de morir.
Entonces, ¿qué es lo que los mantiene jóvenes?
«Mantenernos ocupados», dice Gwen. «Y buenos genes».
«Sólo trabajar. Y mi esposa», añade Art.
Resulta que los datos científicos confirman estas hipótesis.
«Hemos sabido desde hace tiempo que la gente que trabaja está mejor que la gente que no», dijo Laura Carstensen, directora fundadora del centro de longevidad de la universidad de Stanford, en un foro sobre el envejecimiento en la Academia de Medicina el mes pasado en Washington.
«El trabajo, remunerado o no, puede mejorar las funciones cognitivas», señaló.
Ejercitarse regularmente y llevar una dieta mediterránea también se sabe que fomenta un envejecimiento sano.
«Los geriatras que conozco dicen que si pudiéramos poner el ejercicio en una píldora, sería el medicamento más vendido del mercado», comentó.
– Conexiones y buen pasar –
Abbott confiesa que, antes de mudarse a esta localidad para jubilados, no se sentía muy bien. Luego de que su marido murió, perdió peso y se sentía muy sola.
«Una de las principales razones por las que me gusta estar aquí es que me cansé de comer sola», dijo.
Claramente, necesita contacto social. Ahora juega golf todos los lunes y maneja el autobús a la iglesia los fines de semana.
Abbott además lidera el comité de bienvenida y conoce a todo el mundo, desde la pareja gay que se acaba de mudar hasta la mujer de 90 años que casi falleció recientemente, pero que ahora va de nuevo a las clases de gimnasia.
Y tras tantos detalles sobre la vida de los demás también hay un fundamento científico.
«Estudios epidemiológicos muestran que las personas que tienen una vida rica en actividades estimulantes a nivel cognitivo y conexiones sociales tienen menos riesgo de deterioro cognitivo a medida que envejecen», dijo Loewenstein.
Pero la situación financiera también es un factor importante. Muchos residentes de East Ridge son educados y blancos. Ahorraron toda su vida, invirtieron bien y se beneficiaron del «boom» de los precios inmobiliarios.
Los pobres a menudo están más expuestos a los estragos del envejecimiento. La investigación muestra que los negros y los hispanos sufren tasas desproporcionadamente más altas de demencia que los blancos.
Se calcula que la demencia en Estados Unidos se triplique hasta alcanzar 132 millones de personas en 2050 y algunos expertos advierten que esta enfermedad podría desestabilizar economías y paralizar sistemas de salud.