El afán de acumular riquezas, de competir entre nosotros por ser los mejores, por llamar la atención, por brillar, nos está llevando a la destrucción de la familia, los valores, del amor al prójimo, del temor a Dios.
Regresemos a nuestras raíces, a la esencia a la verdadera razón de vivir, el tiempo es corto, debemos disfrutar de nuestra gente, de las pequeñas cosas, de lo que realmente importa. Lo demás, está demás.
Estamos frente a una descomposición social sin precedentes, nos estamos destruyendo, estamos dejando de ser seres alegres, amorosos, amables, para refugiarnos en lo que tenemos, adorando de forma inconsciente un apartamento, una jeepeta, un carro, una fortuna.
Se nos está vendiendo la idea de que lo importante es tener, no importa la vía que sea ni las consecuencias que conlleva.