Por Robinson R. Gálvez Lay
En el año 2007, tuve el honor de conocer, de cerca y personalmente, a don Rafael Molina Morillo, director del matutino El Día, aunque en la ocasión como productor de radio. Todo un caballero.
Para entonces, me desempeñaba como conductor y co-productor del matutino radial “Nueva Generación Matutina”, por la otrora estación Cadena Espacial, junto a varios muy buenos amigos de la época. Recuerdo que era de 6:00 a.m. a 7:00 a.m.
Don Molina Morillo, producía un espacio en una de las emisoras del grupo, que estaba en el mismo piso del edificio, y cuando nosotros salíamos, coincidíamos en los pasillos porque él entraba a su programa, pero siempre nos dedicaba unos minutos para hablar con nosotros y hasta para aconsejarnos, como parte de una nueva generación de comunicadores, lo que siempre agradecíamos de él.
A raíz del desacierto del ministerio de Cultura, de otorgarle el Premio Internacional de Literatura “Pedro Henríquez Ureña” por parte de República Dominicana a Mario Vargas Llosa, ha provocado ciertas diferencias en el ámbito intelectual y cultural del país, así como en la opinión pública.
En su condición de director general del matutino El Día, don Rafael Molina dedicó un editorial en el mismo, cuyo título es Lambonería de fecha 4 de los corrientes y en el que plasma lo que a su entender es una radiografía de lo que es quien ejerce el lambonísmo. Es su derecho.
El editorial fue motivo de una respuesta o derecho a réplica departe del doctor Luís O. Brea Franco, comisario del Premio Internacional y a su vez, asesor general del Ministro y del Gabinete Ministerial del Ministerio de Cultura.
La réplica del doctor Brea Franco, un gran intelectual y filósofo, no sólo le responde a don Molina Morillo, sino que recurre al insulto, a descalificar y hasta tirar por lo más bajo el oficio o ejercicio del periodismo, sobre todo refiriéndose al director de un medio como el citado y del propio director.
Si bien es cierto que el intelectual tiene el derecho de responder, el periodista también tiene derecho y hasta razón de sobra de criticar esta premiación, tal parece poco asimilada y estudiada por los propios que componen el famoso jurado (presidido por el ministro) y la cual ha sido hasta rechazada por el mismo Poder Ejecutivo.
El intelectual Brea Franco, cita al escritor argentino Tomás Eloy Martínez, quien señala que el único patrimonio de un periodista es su buen nombre y que se acredita al cumplir con algunas normas, y entre varias que menciona les resalto la siguiente;
“Un periodista que publica todos los boletines de prensa que le dan, sin verificarlos, debería cambiar de profesión y dedicarse a ser mensajero”.
Y finaliza, a mi juicio de forma irrespetuosa; “Me parece, por lo que he podido vislumbrar en estos días, que en EL Día hay un desmesurado número de mensajeros que se despachan como periodistas, pero no lo son”.
Esto es un irrespeto, no solamente a don Rafael Molina Morillo, esto es un atropello a todos los periodistas de ese medio, y en sentido general a la clase periodística dominicana, obviamente departe de los que quieren enarbolar sus dotes intelectuales en desmedro de los que a veces no coincidimos con ellos.
Lo importante, posiblemente lo lamentable, a tomar en cuenta aquí es que el premio otorgado lleva el nombre de uno de los más grandes intelectuales y educadores de toda la historia dominicana, Pedro Nicolás Henríquez Ureña, llamado también Pedro de América, cuya impronta intelectual está latente y tiene vigencia en el espectro político, intelectual, social, educativo y cultural de nuestra sociedad. A ese es que se insulta con ese premio.
A todo esto corre la versión de que no obstante el premio, la comisión de Cultura, buscó todos los medios para convencer al peruano escritor para que recibiera el premio, con el que se le da aquiescencia todo lo dicho en contra de esta patria en el famoso artículo.
Toda mi solidaridad a don Molina Morillo.