Detalles de la violenta muerte de Radhamés Trujillo, de manos de los carteles colombianos de las drogas
El Cartel de Cali lo invitó a celebrar el cumpleaños del jefe máximo de esa organización y nunca regresó. Leonidas Radhamés Trujillo Martínez, el hijo menor del dictador dominicano, Leonidas Trujillo, murió de asfixia y torturas en una finca cercana a Cali, según datos e informaciones dadas a conocer por El Nuevo Herald.
Los detalles de la muerte, hasta ahora desconocidos, salen a flote en un juicio contra los jefes del cartel en Miami, los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela. Trujillo, de 53 años, manejaba las operaciones del cartel en Centro América. Gozaba de la confianza de los narcotraficantes en cuestión de transporte y camuflaje de las mercancías. Pero a mediados de 1994, los Rodríguez empezaron a desconfiar de su ejecutivo. Por lo menos tres cargamentos grandes de cocaína que estaban a su cargo, fueron incautados. El más grande estaba camuflado en paquetes de café. Cayó en Panamá en 1993.
Ante la extraña coincidencia, los cabecillas del cartel hicieron cuentas y concluyeron que Trujillo se había ”torcido”, le dijo una fuente a El Nuevo Herald , familiarizada con la investigación. Sospechaban que se había convertido en un informante del gobierno de Estados Unidos y querían salir de dudas. Alrededor del 14 de agosto de 1994, Trujillo aceptó una invitación a Cali para celebrar el cumpleaños de Miguel Rodríguez. Viajó en compañía de su amigo Antonio Danilo Carmona Ocampo, un ex policía antidrogas de Costa Rica que se había infiltrado en la organización de Cali bajo instrucciones de la Agencia de Lucha contra las Drogas, DEA.
Por insistencia de los líderes del cartel, Carmona llevó también a su esposa Emilia Fallas Araya. Ambos viajaron el 12 de agosto a Cali. Planeaban regresar el 15, Día de la Madre, según relató al diario La Nación de Costa Rica, el hermano de Carmona, Roger. Para esa época, el jefe de seguridad y comunicaciones del Cartel de Cali era Jorge Salcedo, un astuto ingeniero, reservista del ejército de Colombia, hijo del general retirado Jorge Salcedo Victoria. Era además el encargado de sobornar a los militares aliados al cartel.
En la sangrienta guerra del Cartel de Cali contra el de Medellín, Salcedo participó en un frustrado plan de bombardear la cárcel de La Catedral donde se encontraba prisionero Pablo Escobar, líder de la banda de Medellín. Al conocerse el arribo de los invitados de Costa Rica, Salcedo recibió una llamada de sus jefes para que ”despejara” de policías o soldados la vía de acceso a una finca llamada El Desierto, donde se realizaría la reunión social. La finca era propiedad de Pacho Herrera, también cabecilla del cartel.
Cumplida la orden, Salcedo fue encargado de interrogar a los invitados para establecer, de una vez por todas, quién era el soplón. Salcedo se dirigió a un galpón de la propiedad donde encontró a la mujer y a los dos hombres con sus manos atadas. Después de un interrogatorio, los prisioneros se negaron a admitir cualquier vínculo con autoridades latinoamericanas o de Estados Unidos.
Entonces uno de los cabecillas del cartel, no se sabe a ciencia cierta quién, ordenó que mataran a los tres. Desde una ventana, Salcedo vio cómo uno de los sicarios del cartel les colocaba a cada uno una bolsa de papel y una soga al cuello que fueron apretando gradualmente hasta asfixiarlos, según información en poder del gobierno de Estados Unidos suministrada por Salcedo.
Los cuerpos de las víctimas nunca fueron encontrados. De acuerdo con un affidavit radicado en la corte federal de Miami, el responsable del asesinato de las víctimas fue Guillermo Lara, un gatillero de la organización con una largo historial de asesinatos. Salcedo colaboró con las autoridades de Colombia y Estados Unidos en la persecución y arresto de Miguel Rodríguez en 1995. Por su cooperación el testigo recibió $1.7 millones de recompensa entregados por los gobiernos de Estados Unidos y Colombia.quienes también lo beneficiaron con un cambio de identidad, como se acostumbra en estos casos para protección del testigo.
Fuente: Miami Herald