Decía el escritor ruso León Tolstoi: “Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo”. Vivo convencido de que la felicidad ya radica en el mismo hecho de existir. ¡Solo vivir es motivo para agradecer! Y es que la gratitud está directamente relacionada con la felicidad.
Llegar o no a la felicidad completa, depende de muchas cosas. Desde reconocer los dones y cualidades que nos ofrece la vida, hasta nuestra actitud hacia el futuro y el aprendizaje del pasado, sin quedarnos estancados allí. Este es un tema que desarrollo en mi nuevo libro ‘El analfabeto emocional’, que presentaré a principios de mayo en Buenos Aires.
Si preguntamos a un joven qué cualidades tiene una persona feliz, probablemente nos contestará que la riqueza y la fama son fundamentales para disfrutar una vida perfecta. “Ponemos más interés en hacer creer a los demás que somos felices, que en tratar de serlo”, aseguraba el escritor François de La Rochefoucauld. ¡Qué ironía!
Un estudio de la Universidad de Harvard, desarrollado durante 75 años, sugiere algo completamente diferente. La investigación analizó a 724 personas, año tras año, para hablar sobre trabajo, vida, salud y familia. Unos 60 de los encuestados iniciales continúan vivos, y ahora sigue el análisis con los 2,000 hijos de esas familias.
¿Qué han sacado en claro? El doctor en Psiquiatría Robert Waldinger, actual director de la investigación, explicó en una charla TED que “las lecciones no tienen que ver con riqueza, fama, ni con trabajar mucho. El mensaje más claro es este: las buenas relaciones nos hacen más felices y más saludables. Punto”.
Como decía el científico galo Blaise Pascal, “la felicidad es un artículo maravilloso: cuanto más se da, más le queda a uno”. Del estudio entendemos que las conexiones sociales son beneficiosas: somos más felices, sanos y vivimos más. Por el contrario, la soledad nos amarga, es tóxica. Eso sí, podemos sentirnos solos, a pesar de tener muchos amigos, estar casados o trabajar rodeados de personas; me refiero a los que se auto-aíslan. Como decía el presidente Lincoln, “casi todas las personas son tan felices como deciden serlo”.
La felicidad nace de nosotros, de la pasión que sentimos por lo que somos y experimentamos. No es ego, porque eso nos aniquila. Me refiero a la ley de la atracción: si vamos por la calle con una sonrisa, también las produciremos.
Me uno a la cita de Mark Twain, que utiliza el Dr. Waldinger: “No hay tiempo. Muy breve es la vida para disputas, disculpas, animosidades, pedidos de cuenta. Solo hay tiempo para amar, y solo un instante, por así decirlo, para eso”.
Fuente: ElVocero.com