Islamorada, Estados Unidos. Para los pescadores que hace décadas lanzaban sus anzuelos en las aguas del sur de Florida con la esperanza de llevarse algún róbalo o pargo rojo, el balanceo de las plantas subacuáticas tenía un efecto sugestivo.

«Mi padre solía decir que los pastos acuáticos (seagrass) semejaban el largo cabello de una mujer ondeando en el agua. Era una vista preciosa», recuerda el guía pesquero Steven Friedman.



Algas (1)

Pero los pastos marinos están muriendo a un ritmo que no se observaba desde fines de los años 1980 en la Bahía de Florida.



Esas praderas juegan un papel fundamental en la cadena trófica marina, ya que sirven de refugio a los peces pequeños, alimento de sus pares más grandes.

En Florida, donde la pesca recreativa genera 7.600 millones de dólares, los expertos consideran que las praderas marinas son un indicador clave del estado del ecosistema.

Los guías de pesca que acompañan a turistas a los Cayos de Florida, que poco a poco han visto morir la vegetación sumergida, invitaron recientemente a periodistas a comprobar por sí mismos que el fondo se había vuelto turbio y oscuro.

«Es como un desierto», constata el capitán Xavier Figueredo, al mirar el fondo tapado de plantas acuáticas muertas y apelmazadas, en aguas casi vacías de peces.

«Hace ocho meses, esto era una rica pradera marina», dice.

«Históricamente éste ha sido un lugar maravilloso para pescar trucha pinta», relata Figueredo. Pero este año, el pez desapareció totalmente, asegura.

Zona de catástrofe

Los ecologistas explican estos cambios por la forma en que durante décadas fueron desviadas las corrientes de agua fresca desde el centro de Florida hacia el sur, para proteger plantaciones de caña de azúcar.

La muerte masiva de la flora marina que comenzó en 1987 y duró varios años generó planes ambiciosos para proteger la zona, pero los pescadores dicen que el avance ha sido muy lento.

Hoy vuelven a observar el ciclo en el que aguas cada vez más calientes y saladas ahogan a las plantas sumergidas – un fenómeno generado por las sequías y altas temperaturas.

Los pastos marinos comienzan destiñéndose, luego se desarraigan. Así se transforman en lo que aquí llaman «pasto zombi», explica Steve Davis, un ecologista de la Fundación Everglades, mientras inspecciona Whipray Basin, un área pesquera que solía ser popular.

Poco a poco, las hojas muertas flotan hacia la superficie creando islotes apestosos que terminan hundiéndose. Así se crea un ambiente propicio al florecimiento de algas que consumen el oxígeno del agua.

«Es dramático. Parece una zona de catástrofe», comenta Davis.

Según funcionarios de protección de la flora y la fauna del Estado, la zona de praderas marinas muertas alcanza unas 110.000 hectáreas, lo que equivale a la superficie de París.

Pero los pescadores que han visto el fenómeno con sus propios ojos alegan que es el doble de grande, señala Davis.

«Se trata de un área enorme en la Bahía de Florida donde todo el hábitat ha sido diezmado», dice.

Azúcar y agua fresca

Ante esta situación, varios guías pesqueros se organizaron para exigir que el Estado encuentre una solución. Uno de los grupos de activistas es Captains for Clean Water, que cuenta con más de 9.000 seguidores en Facebook.

La solución, según esta organización, es adquirir un terreno al sur del lago Okeechobee, el mayor de agua potable en Florida, para que sirva de embalse de agua fresca que corra hacia el humedal de los Everglades y a la Bahía de Florida.

Pero ese terreno le pertenece a la poderosa industria azucarera, apodada «Big Sugar», que cuestiona el conocimiento científico detrás del trabajo de la restauración ecológica de los Everglades y que se rehúsa a ceder parte de su terreno.

«En tiempos difíciles, la industria estaba ansiosa por vender, luego mejoraron los negocios», señala el congresista Carlos Curbelo, en una reunión de pescadores y ciudadanos interesados realizada en Islamorada este mes.

«Necesitamos encontrar un socio que esté dispuesto a comprometerse», insiste Curbelo.

Las principales autoridades gubernamentales implicadas – el Departamento del Interior y la Oficina de Manejo del Agua del sur de Florida- no respondieron a las solicitudes de la AFP.

La Fundación Everglades afirma que el dinero no es un problema, disponiendo de unos 200 millones de dólares anuales para los próximos 20 años para la restauración de los Everglades y otro tanto en fondos federales.

«Lo único que falta es voluntad política para disponer de la tierra que necesitamos en el área agrícola, para construir un reservorio que envíe esta agua al sur», dijo Davis.

Cinco o seis róbalos

Sin esta solución, la bahía de Florida tendrá que recuperarse por sí sola. Se revivió luego de la crisis de 1987-89, pero el proceso de rejuvenecimiento llevó casi una década.

El capitán John Guastavino, que ha estado llevando turistas a pescar a los Cayos durante 26 años, recuerda que no hace mucho la pesca era abundante.

«Había días en los que podía pescar 65 pargos rojos, y días en los que sacaba 30 o 40 róbalos», relata entusiasmado.

Hoy «en un buen día uno puede pescar cinco o seis róbalos», lamenta. «No recuerdo cuándo fue la última vez que alguien pescó uno o dos pargos rojos».