Mi adicción por las leyendas urbanas demuestra que soy una persona completamente curiosa a lo sobrenatural, es algo que no a todos les pasa. Desde chica me asustaba, pero al mismo tiempo me intrigaban las cosas que no entendía, a tal punto que siempre buscando, encontraba que me pasaran cosas casi todo el tiempo y en cualquier lugar.
No es normal en una chica tener premoniciones, y saber quien se iba a morir o que iba a pasar, pero la culpa no era mía? el ?don? venia de la familia. Mis viejos, mis tías, todos? es algo de lo que no podes terminar de acostumbrarte jamás. No tiene explicación racional.
Aquellos días no eran los mejores, siempre pienso que cuando vos estas mal, es porque tu alma está fragmentada, débil o triste, o incluso hasta arruinada. En este estado, es como si fueses un ?festín? para los demonios, ya que pueden controlarte como y cuando quieran, te ponen a prueba haciendo las más crueles barbaridades, hasta pueden excederse y darte fin? es por eso que siempre recomiendo a todos los que quieran incursionar en lo paranormal, si no están en un buen momento anímico, no vayan a buscar nada, no por cobardía sino por su seguridad.
Como dije antes, mis días no eran los mejores, pasé varias noches sin dormir, despertándome en la madrugada?. siempre a las 3, como si algo de verdad presintiera lo que estaba haciendo? necesitaba buscar las respuestas a todas mis preguntas. Preguntas que de a poco iban aumentando el interés y sabía exactamente por dónde empezar. Había algo en la historia de la finca de los Rodríguez que me ataba, me atraía y me llevaba hacia terrenos oscuros.
Mis abuelos trabajaron ahí. Poco hablaban del tema, solo escuchaba entre voces casi diminutas a mi abuelo decirle a mi abuela: ?gracias a Dios salimos de esta, vieja?. Ellos me contaron la leyenda?
La historia comienza en 1841, cuando Juan Rodríguez, mejor conocido como ?Don Carlos?, se convierte en propietario de una finca localizada en Las Heras, precisamente en Panquehua. Dicha finca contaba con un cementerio y una capilla propio, algo inusual.
Su finca daba solamente pequeños frutos, pasaba casi desapercibida? pero eso duraría solo unos momentos.
Don Carlos era un señor muy codicioso y poderoso, deseaba mucho que su finca fuese conocida, que fuese importante y aún más que generara ganancias. Muchas ganancias.
Entonces ocurrió el ?pacto macabro? en esas mismas tierras malditas. Los más ancianos recuerdan un ritual pagano que se llevó acabo en la capilla del lugar, donde entre corderos sacrificados, rondas de familiares con máscaras de calaveras de vaca, velas y oscuridad, Don Carlos negoció su alma al Diablo a cambio de riquezas, poder y reconocimiento de su finca y bodega. Lamentablemente su alma no bastaba para tanto, así que a cambio, Don Carlos prometió dar toda alma que trabajara o tocara su finca. El trato era interesante así? nadie pensó en las víctimas que esto cobraría.
El pacto estaba sellado, así que frecuentemente había que cumplimentarlo. Poco después a la hora maldita (3 am), en la capilla se escuchaban ruidos y alaridos. Don Carlos tenía que ingresar con un trabajador para entregar su alma. El piano de la capilla comenzaba a tocarse solo, sin que nadie estuviera allí en ese momento, entonces el Diablo cobraba el alma del pobre desgraciado? uno a uno, semana trás semana, trabajador tras trabajador. Detrás de la capilla había una puerta secreta que conducía a un altar maligno, era ahí donde se saldaban todo tipo de ofrendas para que continuase el éxito de la finca.
Pero esto no era todo, la finca estaba en su apogeo? marchaba como nunca antes, crecían sus ventas estrepitosamente y cada vez entraba más gente nueva a trabajar en esas escalofriantes tierras.
Al ir entregando almas, solo restaba que el Diablo buscara el alma más codiciada, la de Don Carlos, tal cual lo decía el pacto: ?Todas las almas se iban cobrando, pero solo al llegar al apogeo de la finca se cobraría el alma del propietario?.
Llegó el momento y, enceguecido por toda su fortuna y éxito, codicioso de siempre querer más, decidió negarse y no entregar su alma, solo tenía que encontrar la forma de burlar a Satán? y lo consiguió. Don Carlos lo burló de la única manera posible, la única forma de revertir un pacto con el Diablo es simular la muerte, engañar al Diablo. Entonces lo velaron en vida toda una noche, con seis testigos para que cuidaran de su cuerpo, soportando todo tipo de tormentos infernales que un humano jamás podría imaginarse, desde apariciones demoníacas, hasta muebles volando y estrellándose por doquier, eran una de las tantas cosas que tenían que soportar todos.
El ritual fue fuerte, por más sucesos que ocurrieron esa noche, él se mantuvo firme, no quiso irse de ningún modo ni finalizar el acto. Llegada la mañana, el ritual había finalizado? al parecer con éxito. El Diablo no pudo llevárselo, pero si se llevó a cada uno de los seis, que yacían muertos al rededor del oscuro cajón.
La venganza fue tremenda. El Diablo enfurecido por no poder cobrar su alma, maldijo las tierras y acabó con cada fruto que crecía en esa finca, llevándola a la quiebra y a Don Carlos a la locura total, sumido en todo tipo de apariciones macabras, desde una serpiente gigante, hasta un pájaro con apariencia espeluznante.
Más allá de los cuentos, tomé coraje y fui a conocerla. Apenas entré percibí su energía oscura. Cuando caminaba presentía esa sensación de que alguien me seguía, que no me abandonaba nunca. Me di vuelta más de quince veces en cinco minutos y no me dejó en paz. En un momento era tan intensa la sensación de ser vigilada que casi sin respiración pegué la vuelta y con un solo grito dije ?dejame en paz, yo no te he hecho nada? y de fondo, a lo lejos comencé a escuchar las notas perdidas de un piano? un sonido espantoso y desafinado.
La sensación me abandonó cuando dejé ese lugar oscuro, pero mientras me iba algo me seguía en forma permanente, como esperando que toque la tierra con mis manos?
Escrito por Vanesa Ochoa para la sección: Relatos Urbanos MDZol.com